domingo, 1 de febrero de 2015

.- simplemente irresistible .- 12 y 13

3 O MAS Y AGREGO MAÑANA SINO NO ... ADIOS :)))


Capítulo 12
—¿Cuántas rodajas corto? —preguntó en lugar de contestar a su pregunta.
_______ lo miró por encima del hombro. Él sujetaba el Tocino con una mano y tenía un cuchillo en la otra.
—Tantas como pienses comer —respondió—. ¿Vas a contestar a mi pregunta?
—No.
—¿Por qué? —Ella mezcló harina, sal y levadura en un bol sin ni siquiera medirlos.
—Porque... —comenzó mientras cortaba un trozo de tocino— ... no es asunto tuyo.
—Acuérdate de que somos amigos —le recordó, muriéndose de ganas por conocer detalles de su vida personal. Mezcló aceite en spray con la harina y añadió—: Los amigos se lo cuentan todo.
Paró de cortar y la buscó con sus ojos Marrones.
—Contestaré a tu pregunta si tú contestas a una mía.
—De acuerdo —dijo, creyendo que siempre podría decir una mentirijilla inocente si se veía obligada.
—No. No tengo novia.
Por alguna razón su confesión hizo que el aleteo en su estómago se intensificara.
—Ahora es tu turno. —Se metió un pedazo de Tocino en la boca antes de preguntar—: ¿Cuánto tiempo hace que conoces a Virgil?
_______ sopesó la pregunta moviéndose por detrás de Tom para coger la leche de la nevera. ¿Debería mentir?, ¿debería decir la verdad?, ¿o quizá ninguna de las dos cosas?
—Casi un mes —contestó con sinceridad y agregó un chorrito de leche al bol.
—Ah —dijo él con una sonrisa lacónica—. Amor a primera vista.
Al oír su tono suave y condescendiente, se dirigió hacia él señalándolo con la cuchara de madera.
—¿No crees en el amor a primera vista? —Apoyó el bol en su cadera izquierda y lo batió como había visto hacer a su abuela miles de veces antes, como ella misma había hecho más veces de las que podía recordar.
—No. —Tom negó con la cabeza y comenzó a cortar rodajas de Tocino otra vez—. Especialmente si se trata de una mujer como tú y un hombre tan viejo como Virgil.
—¿Una mujer como yo? ¿Qué se supone que quieres decir?
—Ya sabes lo que quiero decir.
—No —dijo, aunque se hacía una idea—. No sé de qué hablas.
—Vamos. —El frunció el ceño y la miró—. Una chica joven y atractiva a la que le gusta... hum. —Se interrumpió y señaló con el cuchillo el dedo de _______—. Sólo hay una razón por la que una chica como tú se casa con un hombre que se hace la raya del pelo por encima de la oreja.
—Me gustaba Virgil —se defendió y batió la masa hasta conseguir una pelota densa.
Él arqueó una ceja con escepticismo.
—Quieres decir que te gustaba su dinero.
—Eso no es cierto. Puede ser encantador.
—También puede ser un autentico hijo de puta, pero teniendo en cuenta que sólo lo conoces desde hace un mes, puede que no lo sepas.

Procurando no perder los estribos y lanzarle otra vez algo, estropeando de paso la oportunidad de recibir la invitación de quedarse unos días más, _______ colocó el bol en la encimera.
—¿Por qué saliste corriendo de la boda?
No estaba dispuesta a confesarle a él sus razones.
—Simplemente cambié de idea, eso es todo.
—¿O porque al final te diste cuenta de que ibas a tener que mantener relaciones sexuales con un hombre lo suficientemente viejo como para ser tu abuelo durante el resto de tu vida?
_______ cruzó los brazos y lo miró con el ceño fruncido.
—Ésta es la segunda vez que sacas el tema. ¿Por qué estás tan fascinado por la relación que tengo con Virgil?
—No estoy fascinado. Sólo siento curiosidad —la corrigió, y continuó cortando algunas lonchas de tocino más, antes de soltar el cuchillo.
—¿Se te ha ocurrido pensar que quizá no he tenido relaciones sexuales con Virgil?
—No.
—Bueno, pues no las tuve.
—Gilipolleces.
_______ dejó caer las manos a los costados y cerró los puños.
—Tienes una mente y una boca muy sucias.

Impasible, Tom se encogió de hombros y apoyó una cadera en el borde de la encimera.
—Virgil Duffy no se hizo millonario dejando nada al azar. No habría pagado por tener una simpática joven en la cama sin catarla antes.
_______ quiso gritarle a la cara que Virgil no había pagado por ella, pero lo había hecho. Sólo que no había recibido retribución a cambio de su inversión. Si se hubiesen casado, sí la habría tenido.
—No me acosté con él —insistió sin saber si sentirse enojada o dolida porque la hubiera juzgado tan mal.
Tom alzó ligeramente las comisuras de los labios y un mechón de su espeso pelo negro le cayó sobre la frente cuando negó con la cabeza.
—Escucha, cariño, no me importa si te acostaste con Virgil.
—¿Entonces por qué sigues dándole vueltas al tema? —preguntó, y se recordó a sí misma que no importaba lo exasperante que Tom se mostrara, no podía perder los estribos con él otra vez.
—Porque creo que no te das cuenta de lo que has hecho. Virgil es un hombre muy rico y poderoso. Y lo has humillado.
—Lo sé. —Ella bajó la mirada a la pechera de su camiseta sin mangas—. Pensaba llamarle mañana y disculparme.
—Mala idea
Ella lo miró a los ojos.
—¿Demasiado pronto?
—Oh, sí. Y el año que viene también será muy pronto. Si yo fuera tú, sacaría el culo de este estado. Y tan pronto como fuera posible.

_______ dio un paso adelante, deteniéndose a varios centímetros del pecho de Tom y lo miró como si estuviera asustada, cuando la verdad era que Virgil Duffy no la asustaba ni un poquito. Lamentaba lo que le había hecho ese día, pero sabía que lo superaría. No la amaba. Sólo quería poseerla y no pretendía enfrentarse a él esa noche. En especial cuando tenía una preocupación más urgente: cómo conseguir una invitación de Tom antes de que se hiciera vieja.

—¿Qué es lo que va a hacer? —preguntó, arrastrando la voz—. ¿Contratar a alguien para matarme?
—Dudo que llegara a esos extremos —respondió, bajando la mirada a la boca de _______—. Pero podría hacer que fueras una niña muy infeliz.
—No soy una niña —susurró y se le acercó lentamente—. ¿O no lo has notado?
Tom se apartó de la encimera y la miró a la cara.
—No soy ni ciego, ni retrasado. Claro que lo he notado —dijo, deslizándole la mano alrededor de la cintura hacia el hueco de la espalda—. He notado muchas cosas de ti y si te quitas esa bata, estoy seguro de que me harías un hombre sonriente y feliz. —Le deslizó los dedos por la espalda, rozándola entre los hombros.
Aunque Tom estaba cerca, _______ no se sentía amenazada. Su ancho pecho y sus grandes brazos le recordaban su fuerza, pero sabía instintivamente que podría echarse para atrás en cualquier momento.
—Bomboncito, si dejo caer la bata, la sonrisa que se te pondría en la cara no se borraría ni con cirugía —bromeó, exudando seducción sureña en la voz.
Él le bajó la mano al trasero y le ahuecó una nalga. La estaba desafiando con la mirada a que lo detuviera. La estaba retando, tanteándola para saber hasta donde le dejaba llegar.
—Caramba, bien podrías valer un poco de cirugía —dijo al final, aliviando la tensión.
_______ se quedó paralizada durante un instante al sentir la suavidad de la caricia. A pesar de que le acariciaba el trasero y las puntas de sus senos le rozaban el tórax, ella no se sentía ni manoseada ni presionada. Se relajó un poco y le apretó las palmas de las manos contra el pecho.
Sintió bajo las manos sus definidos músculos.
—Pero no vales mi carrera —dijo él, soltándola.
—¿Tu carrera? —_______ se puso de puntillas y le prodigó unos besos suaves en la comisura de sus labios—. ¿De qué estás hablando? —preguntó disponiéndose a escapar si él hacía algo que no quería.
—De ti —contestó contra sus labios—. Me harías pasar un buen rato, nena, pero eres perjudicial para un hombre como yo.
—¿Eso crees?
—Me cuesta mucho decir que no a cualquier cosa desmedida, satinada, o pecaminosa.
_______ sonrió.
—¿Y cuál de ellas va por mí?
Tom se rió entre dientes contra su boca.
—_______ nena, creo que eres las tres cosas a la vez y me gustaría enterarme de lo mala que puedes llegar a ser, pero no va a pasar.
—¿Qué es lo que no va a pasar? —preguntó intrigada.
Se echó hacia atrás lo suficiente como para verle la cara.
—Algo salvaje y pecaminoso.
—¿Qué?
—Sexo.
Un enorme alivio la atravesó.
—Creo que hoy no es mi día de suerte —dijo en un tono insinuante a la vez que intentaba ocultar una gran sonrisa, aunque fracasó estrepitosamente.

Capítulo 13

Tom miró la servilleta doblada al lado del tenedor y negó con la cabeza. No sabía qué se suponía que era, si un sombrero, un barco o algún tipo de gorro. Pero como _______ le había informado que había decorado la mesa basándose en la guerra de secesión suponía que sería un sombrero. También había colocado flores amarillas y blancas en dos botellas de cerveza vacías. En medio de la mesa había extendido una fina capa de arena y conchas rotas entre las cuatro herraduras de la suerte que Ernie solía tener colgadas en la chimenea de piedra. Tom no creía que a Ernie le importara, pero por qué _______ había puesto toda esa mierda encima de la mesa escapaba a su comprensión.
—¿Quieres un poco de mantequilla?
Él miró a los seductores ojos verdes del otro lado de la mesa y se metió un bocado de tortitas con caramelo en la boca. _______ Howard sería una coqueta incorregible, pero era una magnifica cocinera.
—No.
—¿Qué tal la ducha? —le preguntó, dirigiéndole una sonrisa tan blanda como las tortitas que le había hecho.
Desde que él se había sentado a la mesa diez minutos antes, ella había hecho un gran esfuerzo para entablar conversación, pero él no estaba precisamente de un humor complaciente.
—Muy bien —contestó.
—¿Viven tus padres en Seattle?
—No, Vivían antes en Texas pero se mudaron a Canadá
—¿Viven en Canadá?
—Sólo mi madre.
—¿Están divorciados?
—No. —El profundo escote de la bata negra atrajo su mirada como un imán.
—¿Dónde está tu padre? —le preguntó, mientras alcanzaba el zumo de naranja. El escote se abrió todavía más, exponiendo el borde verde del sujetador y el suave montículo de piel blanca y satinada.
—Murió cuando yo tenía cinco años.
—Lo siento. Sé cuánto duele perder a un padre. Perdí a los míos cuando era muy joven.

Tom levantó la mirada a su cara, impertérrito. Era bellísima. Curvilínea y suave, voluptuosa, hecha para hacer suspirar. Tenía las largas piernas bellamente formadas; era exactamente el tipo de mujer que le gustaba tener desnuda y en la cama. Ya había aceptado el hecho de que no podría acostarse con _______. Eso no le molestaría si no fuera porque ella sólo «fingía» que no podía mantener alejadas de él sus pequeñas y cálidas manos. Cuando le había dicho que no podían hacer el amor, su boquita había emitido un gemido de decepción, pero sus ojos habían chispeado de alivio. De hecho, nunca había visto tal alivio en la cara de una mujer.
—Fue en un accidente de barco —lo informó como si él le hubiera preguntado. Bebió un sorbo de zumo de naranja y después añadió—: en la costa de Florida.

Tom tomó un poco de Tocino, después se sirvió el café. Gustaba a las mujeres. Se morían por darle sus números de teléfono y meterle la ropa interior en los bolsillos. Las mujeres no miraban a Tom como si mantener relaciones sexuales con él fuera algo similar a que las abrieran en canal.
—Fue un milagro que no estuviera con ellos. Mis padres odiaban no llevarme con ellos, por supuesto, pero yo tenía la varicela. Me habían dejado a regañadientes con mi abuela, Clarissa June. Recuerdo...

Desconectando de sus palabras, Tom bajó la vista al suave hueco de la garganta. No era un hombre engreído, o al menos no creía serlo. Pero que _______ lo encontrara tan completamente «resistible», lo irritaba más de lo que le gustaba admitir. Colocó la taza de café sobre la mesa y cruzó los brazos. Después de ducharse, se había puesto unos vaqueros limpios y una camiseta blanca. Todavía pensaba salir. Todo lo que le faltaba era ponerse los zapatos y pirarse.
—Pero la señora Lovett estaba tan fría como un congelador de esos de Frigidaire... —_______ continuaba con la cháchara, Tom se preguntó cómo había pasado del tema de sus padres a los refrigeradores—... y lloraba de una manera muy vulgar... durante toda la noche, hizo cosas la mar de tontas. Cuando LouAnn White se casó, le regaló... —_______ hizo una pausa, su ojos verdes centelleaban con animación—... ¡una sandwichera Hot Dogger! ¿Te lo puedes creer? ¡No sólo le regaló un electrodoméstico, sino que encima servía para cocinar salchichas!
Logan reclinó la silla y estiró las dos piernas. Recordaba con claridad la conversación que había tenido con ella sobre su costumbre de divagar. Se dio cuenta de que ella no podía evitarlo. Era una coqueta y una charlatana incorregible.

_______ empujó el plato a un lado y se inclinó hacia delante. La bata se le abrió un poco más mientras le confiaba:
—Mi abuela solía decir que Margaret Lovett era tan vulgar como la tele en tecnicolor.
—¿Lo haces aproposito? —le preguntó.
Los ojos de _______ se agrandaron, curiosos.
—¿El qué?
—Exhibir tus senos delante de mis narices.
Ella miró hacia abajo, se enderezó y agarrando firmemente la bata se la cerró hasta la garganta.
—No.
Las patas delanteras de la silla de Tom golpearon el suelo cuando se puso de pie. La miró fijamente a los ojos y cedió a la locura. Tendiéndole la mano, le pidió:
—Ven aquí. —Cuando ella se levantó y se detuvo delante de él, él le deslizó los brazos alrededor de la cintura y la apretó contra su pecho—. Voy a salir —le dijo, presionando sus curvas suaves—. Dame un beso de despedida.
—¿Cuánto tardarás?
—Un rato —contestó, sintiendo cómo su miembro aumentaba de tamaño.
Como una gata desperezándose sobre el alféizar de la ventana, _______ se arqueó contra él y le rodeó el cuello con los brazos.
—Podrías llevarme contigo —ronroneó.
Tom negó con la cabeza.
—Bésame y entenderás por qué.

Ella se puso de puntillas para hacer lo que le pedía. Lo besó como una mujer que sabía lo que estaba haciendo. Sus labios abiertos presionaban suavemente los de él. Ella sabía a zumo de naranja y a la promesa de algo más dulce. Lo acarició con la lengua, lo provocó y jugueteó con él. Le pasó los dedos por el pelo mientras le frotaba el pie contra la pantorrilla. Un ramalazo de pura lujuria recorrió el cuerpo de Tom, calentándole las entrañas y poniéndolo tan duro como una piedra.
Ella era una autentica provocadora y él la apartó lo suficiente como para poder mirarla a la cara. Tenía los labios brillantes, su respiración era ligeramente irregular y si sus ojos hubieran mostrado el más leve indicio de la excitación que él sentía, se hubiera girado para salir por la puerta. Satisfecho.
La mirada de Tom se detuvo en los suaves rizos caoba que le rodeaban la cara. La luz brillaba en cada rizo sedoso y quiso enterrar los dedos en ellos. Sabía que debería irse. Darse la vuelta y marcharse. Pero volvió a mirarla a los ojos.
Lo que vio no lo satisfizo. Aún no. La agarró por la nuca, ladeó la cabeza y la besó con toda su alma, a conciencia. Mientras su boca se recreaba en la de ella, la llevó hacia atrás hasta que el trasero de _______ tropezó con el borde de la vitrina de trofeos. El beso continuó imparable, Tom le deslizó la boca por la mejilla y la barbilla. Sus labios se recrearon en el cuello, mientras le retiraba el pelo hacia la espalda. Olía a flores y la piel femenina era cálida y suave cuando le deslizó la bata de seda por el hombro. Él la sintió tensarse entre sus brazos y se dijo que debería detenerse.
—Hueles bien —susurró en su cuello.
—Huelo a hombre. —_______ soltó una risita nerviosa.
Tom sonrió.
—Me paso mucho tiempo rodeado de hombres y créeme, cariño, no hueles a hombre. —Le deslizó la yema de los dedos bajo el borde esmeralda del sujetador y la besó en la piel suave de la garganta.
Automáticamente ella le cubrió la mano con la suya.
—Pensaba que no íbamos a hacer el amor.
—Y no lo vamos a hacer.
—¿Entonces qué estamos haciendo, Tom?
—Estamos metiéndonos mano.
—¿Y eso no conduce a hacer el amor? —Ella le soltó los hombros y cruzó los brazos.
—Esta vez no. Así que relájate.
Tom movió las manos a la parte posterior de sus muslos suaves y la izó con fuerza, levantándola del suelo. Antes de que ella pudiera objetar nada, la sentó sobre el borde de la vitrina, luego se metió entre sus muslos.
—¿Tom?
—¿Hum?
—Prométeme que no me lastimarás.
Él levantó la cabeza y le escrutó la cara. Estaba muy seria.
—No te lastimaré, _______.
—Ni harás nada que no me guste.
—Desde luego que no.
Ella sonrió y le volvió a colocar las palmas de las manos en los hombros.
—¿Te gusta esto? —preguntó, subiendo las manos por la parte posterior de sus muslos y levantando la bata a su paso.
—Mmm-hum —contestó, entonces le lamió la oreja suavemente y le deslizó la punta de la lengua por el cuello—. ¿Y a ti te gusta esto? —preguntó ella contra su garganta. Luego le lamió la sensible piel con la lengua.
—Me encanta. —Él se rió quedamente. Le deslizó las manos hasta las rodillas, luego volvió a subirlas hasta que sus dedos tropezaron con el borde elástico de la ropa interior—. Todo en ti es estupendo. —Tom ladeó la cabeza y cerró los ojos. No podía recordar haber tocado a una mujer tan suave como _______. Le hundió los dedos en los cálidos muslos y se los abrió todavía más. Mientras la boca de _______ le hacía cosas increíbles en la garganta, él deslizó las manos bajo la bata y la izó por las nalgas—. Tienes la piel suave, las piernas largas y un trasero precioso —dijo mientras la atraía contra su pelvis. El calor inundó su ingle y supo que si no tenía cuidado, podía hundirse en _______ y quedarse allí un buen rato.
_______ levantó la mirada.
—¿Estás burlándote de mí?
Tom miró sus ojos claros.
—No —contestó, buscando el reflejo del deseo que él sentía sin encontrarlo—. Nunca me burlaría de una mujer semidesnuda.
—¿No crees que esté gorda?
—No me gustan las mujeres flacas —contestó con rotundidad, y movió la mano de la cadera a las rodillas y luego la subió otra vez. Una chispa de interés brilló en los ojos de _______ y, por fin, un poco de deseo.
_______ buscó en los ojos entrecerrados de Tom alguna señal de que él le mentía. Desde el principio de la pubertad, había batallado constantemente contra su peso y había probado más dietas de las que podía recordar. Le tomó la cara entre las manos y lo besó. No era el beso mecánico y perfecto que le había dado antes, aquel coqueto beso con el que había intentado tentarlo. Esta vez ella quería tragarlo por entero. Tenía intención de mostrarle lo que esas palabras significaban para una chica que siempre se había considerado rellenita. Se dejó llevar, sintiendo cómo la iba invadiendo el deseo ardiente y vertiginoso. El beso se volvió tan hambriento como las manos que la tocaban, acariciaban, moldeaban para hacerla estremecer hasta las puntas de los pies. Ella sintió cómo se soltaba el cinturón de seda y cómo se abría la bata. Él le deslizó las manos por el estómago y la cintura. Luego le deslizó las cálidas palmas por encima de las costillas y con los pulgares rozó la parte inferior de sus abundantes senos. Un pequeño temblor, inesperado e intenso, la estremeció de pies a cabeza. Por primera vez en su vida, las caricias de un hombre en sus senos no le producían repulsión. Suspiró con sorpresa contra la boca de Tom.

Tom levantó la cabeza y escrutó sus ojos. Sonrió complacido ante lo que allí vio y le deslizó la bata por los hombros.
_______ bajó los brazos y dejó que la seda negra se le deslizara hasta los muslos. Antes de que ella pudiese darse cuenta de sus intenciones, Tom movió las manos por su espalda y le desabrochó el sujetador. Alarmada por su rapidez, ella levantó las manos y mantuvo las copas verdes de encaje en su sitio.
—Soy grande —indicó en un impulso, luego creyó morir de vergüenza por decir algo tan estúpido y obvio.
—También yo lo soy —bromeó Tom con una sonrisa provocativa.
Se le escapó una risita nerviosa cuando uno de los tirantes del sujetador se le deslizó por el brazo.
—¿Vas a tener esto puesto toda la noche? —preguntó él, deslizando los nudillos por el borde de encaje del sujetador.
Su ligera caricia le provocó un hormigueo en la piel. Le gustaban las cosas que decía y la forma en que la hacía sentir y no quería que se detuviera todavía. Le agradaba Tom y quería gustarle. Lo miró a los ojos mientras bajaba las manos. El sujetador le cayó lentamente en el regazo y ella contuvo el aliento temiendo que él hiciera algún comentario lascivo sobre sus senos, aunque esperaba que no lo hiciera.
—Jesús, _______ —dijo—. Me dijiste que eras grande, pero te faltó decirme que eras perfecta. —Le ahuecó un pecho y la besó en los labios, dura y profundamente. Acarició lentamente el pezón con el pulgar de un lado a otro, rodeándolo y pasando por encima. Nadie la había acariciado jamás como Tom lo estaba haciendo en ese momento. La suave caricia la hacía sentir como si fuera delicada y frágil. Él no tiraba, ni retorcía, ni pellizcaba. No la agarraba con manos rudas esperando que lo disfrutara.

El deseo, la gratitud y el amor le surcaron las venas hasta el corazón, para acabar palpitando entre sus piernas. Mientras lo besaba, cerró los muslos alrededor de sus caderas, atrayéndolo más hacia su cuerpo, hasta que percibió la protuberancia dura contra la entrepierna. Las manos de _______ tiraron de la camiseta, apartando la boca el tiempo suficiente para pasarla bruscamente sobre su cabeza. Una mata de vello oscuro cubría ese gran pecho, bajándole por el abdomen plano, rodeando el ombligo y desapareciendo por la cinturilla de los vaqueros. Dejó caer a un lado la camiseta, subiendo y bajando las manos por el pecho. Los dedos de _______ se deslizaban por el vello fino, los músculos duros y la piel caliente. Podía sentir el latido del corazón de Tom y su respiración agitada.
Él gimió su nombre antes de que su boca capturase la de ella en otro beso ardiente. Las puntas de sus senos le rozaron el pecho y un dolor sordo se propagó por todo su cuerpo. Cada lugar que él tocaba, pulsaba con una pasión ardiente que ella nunca había sentido. Era como si su cuerpo siempre lo hubiera sabido, como si hubiera esperado durante toda su vida a que Tom la amase. Ella recorrió con las manos los duros planos de su espalda, recorriendo su columna vertebral para regresar a su tórax. Él contuvo el aliento cuando ella enganchó los dedos en la cinturilla de los vaqueros. Cuando le sacó el botón metálico del ojal, Tom la tomó de las muñecas. Apartó su boca de la de ella, dio un paso atrás y la miró con los ojos entrecerrados. Una arruga le surcaba la frente y sus mejillas morenas estaban ruborizadas. Parecía un hombre hambriento ante su plato favorito, pero no parecía muy contento. La miraba como si estuviera a punto de rechazarla.
—Joder, a la mierda con todo —juró al final, buscando las bragas de _______—. Soy hombre muerto de todas maneras.

_______ plantó las manos detrás, sobre la vitrina, y levantó el trasero mientras él le bajaba las bragas por las piernas. Cuando él se colocó entre sus muslos otra vez, estaba desnudo. Y era grande. No había bromeado sobre eso. Ella extendió la mano y cerró el puño alrededor del poderoso eje de su pene. Tom cerró la mano alrededor de la de ella y se la subió hasta el grueso glande, después retrocedió. Estaba increíblemente duro y caliente dentro de su mano.
Él miró sus manos unidas y los muslos abiertos de _______.
—¿Estás tomando algún anticonceptivo? —preguntó mientras movía la mano libre a la parte superior de su pelvis.
—Sí —y suspiró cuando sus dedos profundizaron en el vello púbico para acariciarle la carne resbaladiza, estimulándola hasta que pensó que se rompería en mil pedazos.
—Coloca las piernas alrededor de mi cintura —le pidió, y cuando ella lo hizo, él se zambulló dentro de ella. Levantó la cabeza y su mirada buscó la de ella—. Oh Dios, _______ —exclamó desde lo más hondo de su pecho. Se retiró ligeramente, luego empujó hasta asentarse por completo, profundamente. La agarró por las caderas y se movió en su interior, lentamente al principio, después con rapidez. Los trofeos de la vitrina traquetearon y, con cada envite, _______ sintió como si la empujara hacia un profundo abismo. Con cada empuje, su piel se calentaba unos grados más y su deseo por él se volvía más hambriento. Cada envite de su cuerpo era al mismo tiempo una tortura y una dulce dicha.

Ella pronunció su nombre varias veces mientras su cabeza caía hacia atrás contra la vitrina y cerraba los ojos.
—No te detengas —gritó mientras se sentía como si estuviera a punto de caer por un precipicio. El fuego se extendió a través de su piel, y sus músculos se tensaron involuntariamente mientras se abandonaba a un orgasmo largo y ardiente. Dijo cosas que normalmente la habrían conmocionado. No le importó. Tom la hacía sentir cosas —cosas increíbles— que nunca había sentido antes, y cada uno de sus pensamientos y sentimientos se centraban en el hombre que la sostenía tan estrechamente.
—Jesús —siseó Tom, enterrando el rostro en el hueco del cuello de _______. Le apretó con fuerza las caderas y, con un gemido profundo y gutural, empujó en ella una última vez.

5 comentarios:

  1. O dios. Jwjajajajajajajaja pero que capitulo mas hot jajaa subee pronto bye cuidate

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  2. Ajajjajaja al fin

    Sigue la pronto *-*

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  3. :O Al fin el cap que tanto estaba esperando virgi, me encantoooo super ardiente jajaja y ahora que pasara??? espero los próximos caps..

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