lunes, 9 de febrero de 2015

.- simplemente irresistible .- 16 y 17

HOLA!!! BUENO AQUI ESTAN LOS DOS CAPS DEL DIA ... YA SABEN, 3 O MAS Y AGREGO MAÑANA SINO NO ... ADIOS :))

Capítulo 16

El letrero de Catering Heron colgaba desmañadamente del lado derecho. La tormenta de la noche del jueves lo había maltratado tanto que se había roto una de las cadenas, con lo que el gran pájaro majestuoso pintado en el letrero parecía a punto de caer en picado sobre la acera. Los rododendros plantados a cada lado de la puerta habían sobrevivido a los fuertes vientos, pero los geranios rojos eran otra historia.
Sin embargo, dentro del pequeño edificio, todo estaba en perfecto orden. La oficina de la parte delantera del reconvertido almacén tenía un escritorio y una mesa redonda. En la pared colgaba una gran fotografía de dos personas idénticas vestidas con la misma ropa. Cada uno sujetaba el extremo de un billete de un dólar. En la cocina, relucían una cortadora industrial, una afiladora y otros instrumentos de cocina, todos de acero inoxidable. Una selección de menús reposaba en la bandeja que había encima del refrigerador y el horno de convección dominaba la esquina opuesta.

La dueña estaba en el cuarto de baño con una goma azul entre sus labios. La luz fluorescente zumbaba y parpadeaba arrojando una sombra gris sobre la cara de Mae Heron, cuyos ojos marrones estudiaban el reflejo en el espejo de encima del lavabo mientras se cepillaba el cabello rubio y se hacía una coleta.
Mae era el ejemplo perfecto de una chica de cara lavada con un jabón casero tipo Ivory Soap. No necesitaba usar ni crema limpiadora, ni tónicos para la piel con sabor a fruta, ni gastarse el dinero en cremas selectas. Odiaba la sensación de llevar maquillaje. Algunas veces se aplicaba un poco de rímel, pero tenía poca práctica y no se lo aplicaba demasiado bien, no como Ray. Ray siempre había tenido buen ojo para el maquillaje.
Mae se miró de perfil y levantó una mano para aplastar un mechón de pelo rebelde de la coronilla. Se habría vuelto a hacer la coleta si no hubiera sonado el timbre de la puerta anunciando la llegada del cliente que estaba esperando. La señora Candace Sullivan era una cliente asidua de Catering Heron y se había puesto en contacto con Mae para encargarle el catering para la celebración de las bodas de oro de sus padres. Candace era la mujer de un reputado cardiólogo. Gozaba de una muy buena situación económica y era la última esperanza que tenía Mae de poder conservar vivo el sueño de Ray y ella.

Se miró para estar segura de que el polo azul lucía impecable sobre los pantalones cortos caquis y aspiró profundamente. No se desenvolvía demasiado bien con esa parte del negocio. Besar culos y hacer la pelota a los clientes había sido uno de los talentos de Ray. Ella se dedicaba a la administración del negocio. Era la contable. No era una buena relaciones públicas. Se había pasado toda la noche y parte de la mañana estrujando los números hasta sentir arenilla en los ojos, pero no había otra solución; no importaba lo creativa que fuera con las cuentas, si el negocio de catering que Ray y ella habían abierto tres años antes no recibía encargos pronto, tendría que cerrar. Necesitaba a la señora Sullivan; necesitaba su dinero.
Mae alcanzó el sobre de manila del lavabo y salió del cuarto de baño. Atravesó la cocina, pero se paró un momento en la puerta que conducía a la oficina. La joven parada en medio de la habitación no se parecía en lo más mínimo a la señora Sullivan. De hecho, parecía salida de la Mansión Playboy. Era todo lo que Mae no era: alta, pechugona, con espeso pelo oscuro y bonita piel bronceada. Con sólo pensar en tomar el sol, la piel de Mae se ponía roja como una langosta.
—Eh... ¿puedo ayudarla en algo?
—Vengo a solicitar el trabajo —contestó con voz arrastrada, claramente sureña—. De ayudante del Chef.
Mae miró el periódico que la mujer sujetaba en una mano, luego observó el vestido rosa de raso con un gran lazo blanco. A su hermano Ray le habría encantado ese vestido. Le habría encantado ponérselo.
—¿Ha trabajado antes en una empresa de catering?
—No. Pero soy muy buena cocinera.
Si se fiaba de su aspecto, Mae dudaba sinceramente que la mujer supiera siquiera hervir agua. Pero no solía juzgar a la gente ni por su color ni por su ropa. Se había pasado la mayor parte de su vida defendiendo a su hermano gemelo de la gente que lo juzgaba sin conocerlo, incluyendo a su propia familia.
—Soy Mae Heron —dijo.
—Es un placer, señora Heron.

La mujer dejó el periódico en una mesa al lado de la puerta, luego caminó hacia Mae y le tendió la mano.
—Me llamo _______ Howard.
—Bueno, _______, le daré una solicitud para rellenar —dijo, moviéndose detrás del escritorio. Si obtenía el encargo de los Sullivan, necesitaría un ayudante, pero dudaba que fuera a esa mujer a quien contratara. No sólo prefería contratar cocineros con experiencia, sino que dudaba de la cordura de alguien que se ponía ese vestido tan provocativo para solicitar un puesto en la cocina.
Aunque no pensaba contratar a _______, pensó que era mejor que rellenara una solicitud y rechazarla con motivos. Estaba rebuscando en uno de los cajones cuando sonó de nuevo el timbre de la puerta. Miró hacia fuera y reconoció a su acaudalada clienta. Como la mayoría de la gente que bebía cócteles, jugaba al tenis e iba al club de campo, el pelo de la señora Candace Sullivan parecía un casco plateado. Las joyas eran auténticas, las uñas falsas y, en general, era como cualquiera otra ricachona con la que hubiera trabajado Mae. Conducía un coche de ochenta mil dólares, pero regateaba en nimiedades como el precio de las frambuesas.
—Hola, Candace. Ya lo tengo todo preparado. —Mae apuntó hacia la mesa redonda donde había tres álbumes de fotos—. ¿Por qué no toma asiento? Estaré con usted en un momento.
La señora Sullivan miró con curiosidad a la chica de rosa y le dirigió una sonrisa a Mae.
—La tormenta del jueves parece haber causado daños en el exterior del edificio —dijo educadamente, al tiempo que tomaba asiento.
—Eso parece. —Mae sabía que tendría que reparar el letrero y comprar plantas nuevas, pero en ese momento no tenía dinero.
—Puede sentarse aquí —le dijo a _______, colocando la solicitud en el escritorio. Luego, con el sobre del presupuesto en la mano, atravesó la habitación y tomó asiento en la mesa redonda.
—He trabajado en varios menús para que pueda escoger. Cuando hablamos por teléfono, le sugerí el pato como plato principal. —Sacó los menús del sobre, los puso en la mesa y señaló la primera elección—. Con pato asado, recomendaría arroz silvestre, ya sea con verduras mixtas o guisantes verdes. Un panecillo en la cena hará...
—Oh, no sé —suspiró la señora Sullivan.
Mae estaba preparada para esa respuesta.
—Tengo muestras en la nevera.
—No, gracias. Acabo de comer.
Ocultando la irritación, movió el dedo a la siguiente opción.
—Quizá preferiría bocaditos de espárrago. O de alcachofa...
—No —interrumpió Candace—. Creo que no. Creo que me gusta más la idea del pato.
Mae pasó al siguiente menú.
—Vale. Y qué le parece de primero costilla de ternera en su jugo, patatas doradas, guisantes verdes...
—He ido a tres fiestas este año donde sirvieron costilla. Quiero algo diferente. Algo especial. Ray sí que tenía ideas innovadoras.

Mae pasó las páginas y colocó encima el tercer menú. Tenía muy poca paciencia y no era buena para esto. No congeniaba con los clientes adinerados que no sabían qué querían y que encima no aceptaban ninguna de las sugerencias que les mostraba.
—Sí, Ray era maravilloso —dijo, al perder a su hermano hacía seis meses había sentido cómo moría parte de su corazón y de su alma.
—Ray era el mejor —continuó la señora Sullivan—. Ya sabe, él era un... pues bien... ya sabe.
Sí, Mae lo sabía, y si Candace no tenía cuidado, se encontraría de patitas en la calle. Si bien Ray podía haber pasado por alto su intolerancia, Mae no.
—¿Qué le parece Chateaubriand? —preguntó, señalando la tercera opción.
—No —contestó Candace. En menos de diez minutos había rechazado todas las ideas. Mae quiso matarla, pero tuvo que recordarse que necesitaba el dinero.
—Para el cincuenta aniversario de mis padres había pensado en algo un poco más exclusivo. No me ha mostrado nada especial. Cómo desearía que Ray estuviera aquí. Habría ideado algo realmente único.
Todos los menús que Mae le había mostrado estaban bien. De hecho, eran del archivador de Ray. Mae sintió que perdía los nervios y se obligó a preguntar tan amablemente como le fue posible:
—¿Qué había pensado?
—Bueno, no lo sé. El negocio es suyo. Se supone que las innovaciones son cosa suya. —Pero Mae nunca había sido creativa—. No he visto nada especial. ¿No tiene otra cosa?
Mae cogió un catálogo y se puso a hojearlo.
Dudaba encontrar allí algo que le gustara a Candace. Estaba convencida de que esas exclusivas razones de la señora Sullivan la conducirían a ella a la bebida.
—Éstas son fotos de otros caterings que hemos hecho. Quizá vea algo que le guste.
—Eso espero.
—Perdón. —La chica de rosa del escritorio se levantó—. Perdonen que me meta donde no me llaman, pero no he podido evitar escucharlas. Tal vez podría ayudarlas.
Mae se había olvidado de que _______ estaba en la habitación y se giró para mirarla.
—¿Dónde fueron sus padres de luna de miel? —preguntó _______ desde detrás del escritorio.
—A Italia —contestó Candace.
—Hum. —_______ posó la punta del bolígrafo sobre el labio inferior—. Podría empezar con Pappa al Pomodoro —aconsejó; su italiano sonaba peculiar con ese acento sureño—. Luego carne de cerdo asada a la florentina servida con patatas, zanahorias y una rebanada gruesa de bruschetta. O, si prefiere pato, podría ir acompañado de pasta y una ensalada fresca.
Candace miró a Mae, y luego a la otra mujer.
—Mamá adora la lasaña con salsa de albahaca.
—Lasaña con ensalada de radicchio sería perfecta. Como postre quedaría perfecto un delicioso pastel de albaricoque.
—¿Pastel de albaricoque? —preguntó Candace menos entusiasmada—. No lo he tomado nunca.
—Es absolutamente maravilloso —se apresuró a contestar _______.
—¿Está segura?
—Por completo. —Se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en el escritorio—. Vivian Hammond, de los Hammonds de San Antonio, está loca por el pastel de albaricoque. Le gusta tanto, que rompió la tradición del Club de la Rosa Amarilla y lo sirvió en la fiesta anual. —Entornó los ojos y susurró como si compartiera un jugoso cotilleo—. Para que vea, hasta que Vivían hizo eso, el club siempre había servido pastel de limón en sus reuniones, limón del mismo color que las rosas amarillas. —Hizo una pausa, se reclinó en la silla, y ladeó la cabeza—. Naturalmente, su madre estaba avergonzada.
Mae arqueó las cejas y clavó los ojos en _______. Había algo familiar en ella. No podía decir qué era y se preguntó si se habrían conocido antes.
—¿En serio? —preguntó Candace—. ¿Por qué no sirvieron las dos cosas?
_______ encogió los hombros.
—Quién sabe. Vivian es una mujer excepcional.

Cuanto más hablaba _______, más fuerte era en Mae la sensación de familiaridad.
Candace miró el reloj, luego miró a Mae.
—Me gusta la idea de la comida italiana y necesitaré un pastel de albaricoque para cien personas.
Cuando la señora Sullivan abandonó el edificio, Mae escribió el menú, rellenó el contrato y el cheque de la señal. Se recostó contra la mesa y cruzó los brazos.
—Tengo que hacerle algunas preguntas —dijo. Cuando _______ la miró desde el otro extremo, Mae consultaba el menú que sujetaba en la mano.
—¿Qué es Pappa al Pomodoro?
—Sopa de tomate.
—¿La sabe cocinar?
—Por supuesto. Es muy fácil.
Mae colocó el menú sobre la mesa y se levantó.
—¿Ha inventado esa historia sobre el pastel de albaricoque?
_______ trató de parecer contrita, pero una leve sonrisa se insinuaba en la comisura de sus labios.
—Bueno..., la embellecí un poco.
Ya sabía Mae por qué le sonaba esa mujer. _______ era una artista impenitente de las fantochadas, igual que Ray. Durante un breve momento sintió que el vacío de su muerte se diluía un poco. Abandonó la mesa y caminó hacia el escritorio.
—¿Alguna vez ha trabajado como ayudante de chef o de camarera? —preguntó, mirando la solicitud de empleo.
_______ cubrió rápidamente el papel con las manos, no sin que Mae notara la mala caligrafía y que había escrito en experiencia profesional «Chief» en lugar de Chef.
—Fui camarera en Luby antes de trabajar en Dillard's y he recibido todas las clases de cocina que pueda imaginar.
—¿Ha trabajado alguna vez en un catering?
—No, pero puedo cocinar cualquier cosa, desde comida griega a sueca, desde baklava a sushi, y soy muy buena relaciones públicas.
Mae miró a _______ y esperó no equivocarse.
—Tengo una pregunta más. ¿Quiere el trabajo?
Capítulo 17
Seattle
Junio de 1996 {7 años después}

Escapando del caos de la cocina, __________ observó el salón del banquete una última vez. Con ojo crítico escudriñó las treinta y siete mesas con manteles de lino cuidadosamente distribuidas por la habitación. En el centro de cada mesa, los vasos de cristal tallado estaban estratégicamente colocados con una variada colección de velas flotantes en color rosa y hojas de helecho. Mae la acusaba de ser una obsesa y una posesa o las dos cosas a la vez. A __________ todavía le dolían los dedos por la cera caliente, pero sólo con mirar las mesas sabía que toda la angustia, el dolor y el caos habían valido la pena. Había creado algo bello y único. Ella, __________ Howard, la chica que había sido educada para depender de los demás se las había arreglado muy bien para ganarse la vida. Y lo había hecho por sí misma. Había aprendido técnicas para superar la dislexia. Ya no ocultaba su problema, pero tampoco hablaba de ello con todo el mundo. Lo había ocultado durante demasiados años para de repente anunciarlo a bombo y platillo.
Había vencido todos los obstáculos y con veintinueve años era socia en un exitoso negocio de catering y poseía una casita modesta en Bellevue. Estaba muy satisfecha de todo lo que la niña retrasada de Texas había logrado conseguir. Había caminado a través del fuego purificando su alma, pero había sobrevivido. Ahora era una persona más fuerte, quizá menos confiada y sumamente renuente a ofrecerle el corazón en bandeja de nuevo a un hombre, pero no consideraba que la falta de esas dos cualidades fuera impedimento para alcanzar la felicidad. Había aprendido la lección de la forma más difícil y aunque prefería donar un riñón a volver a la vida que llevaba antes de entrar en Catering Heron hacía siete años, en ese momento era quien era por lo que le había sucedido entonces. No le gustaba pensar en el pasado. Su vida era perfecta en ese momento y estaba llena de cosas que amaba.
Había nacido y crecido en Texas, pero se había sentido atraída por Seattle con mucha rapidez. Amaba la ciudad rocosa rodeada de montañas y agua. Había tardado años en acostumbrarse a la lluvia, pero como a la mayoría de los nativos ahora ya no la molestaba. Amaba las sensaciones táctiles que experimentaba en el mercado de Pike Place y los colores vibrantes del noroeste del Pacífico.

__________ levantó el brazo para tirar del puño de la chaqueta del esmoquin, y se miró el reloj. En otra parte del viejo hotel sus ayudantes cortaban rodajas de pepino y las colocaban encima del salmón, rellenaban setas y copas de champán para los trescientos invitados que, en media hora, llegarían al salón del banquete y cenarían scallopini de ternera, patatas nuevas con mantequilla y ensalada de escarola y berros.
Alcanzó una copa y le quitó la servilleta que había dentro. Le temblaban las manos cuando recolocó la servilleta blanca con forma de rosa. Estaba nerviosa. Más de lo que solía estar. Mae y ella habían hecho caterings para trescientas personas con anterioridad sin ningún problema. Pero nunca habían atendido a la Fundación Harrison. Y nunca habían servido un catering para un promotor que cobrara quinientos dólares por cubierto. Oh, bueno, en realidad sabía que los invitados no pagaban esa cantidad sólo por la comida. El dinero recaudado esa noche sería para el Hospital Infantil y para el Centro Médico. Aún así, al pensar que todas aquellas personas pagarían todo ese dinero por un pedazo de ternera le daba taquicardia.
Se abrió una puerta y apareció Mae.
—Sabía que te encontraría aquí dentro —dijo, caminando hacia __________. Llevaba en la mano la carpeta verde que contenía la lista de trabajo y las órdenes de compra junto con un inventario de todos los suministros y los recibos.

__________ sonrió a su mejor amiga y socia y colocó la servilleta doblada de nuevo en la copa.
—¿Cómo van las cosas en la cocina?
—Oh, el nuevo ayudante del chef se bebió todo ese vino blanco especial que compraste para la ternera.
__________ sintió un vuelco en el estómago.
—Dime que no estás hablando en serio.
—Es una broma.
—¿De verdad?
—De verdad.
—Pues no tiene gracia. —__________ suspiró aliviada cuando Mae se acercó a ella.
—Puede que no. Pero necesitas relajarte.
—No podré relajarme hasta que esté en casa —dijo __________ ajustando la rosa de la solapa del esmoquin de Mae.
Aunque iban vestidas con la misma ropa, físicamente eran opuestas por completo. Mae tenía la piel suave como la porcelana de las rubias naturales y, con su uno cincuenta y cinco de estatura, era tan delgada como una bailarina. __________ siempre había envidiado el metabolismo de Mae que le permitía comer casi cualquier cosa sin engordar ni un gramo.
—Todo va según el horario previsto. No te pongas histérica, ni corras por ahí, tal como lo hiciste en la boda de Angela Everett.
__________ frunció el ceño y caminó hacia la puerta lateral.
—Aún me gustaría echarle mano al pequeño caniche azul de la abuela Everett.
Mae se rió caminando al lado de __________.
—Nunca olvidaré esa noche. Estaba en el buffet y te oía chillar en la cocina. Después te arrepentiste toda la noche. —Bajó el tono de voz, e imitó el acento sureño de __________—. ¡Un perro se comió mis pelotas!
—Dije «albóndigas» .
—No. No lo hiciste. Luego te sentaste y clavaste los ojos en la bandeja vacía durante diez minutos.

__________ no lo recordaba de esa manera. Pero incluso ella tenía que admitir que aún no era demasiado buena controlando ese tipo de estrés. Aunque había mejorado bastante.
—Eres una pésima mentirosa, Mae Heron —le dijo, cogiendo la coleta de su amiga y dándole un pequeño tirón, luego volvió a mirar la estancia. La porcelana china estaba brillante, la cubertería de plata reluciente y las servilletas dobladas como si centenares de rosas blancas flotaran sobre las mesas.
__________ estaba sumamente satisfecha consigo misma.

5 comentarios:

  1. Ayyy! al fiiiin cap nuevooo ,me encantoo el cap , sube pronto bye cuidate

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  2. Al fin!! Después de días subes. Y eso q si se completo mas de tres comentarios!!

    Siguelaaa.. Que habrá hecho Tom en esos 7 años?!

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  3. Me pregunto lo mismo que jennifer que habrá hecho Tom en esos 7 años?? se habrá casado?? estoy esperando el momento en que (Tn) y Tom se vuelvan a ver que pasara?? me encanto virgi espero los próximos caps..

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  4. Cuando subiras ?????? Sube pleaseeee , me encantaaa , bye cuidate

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