miércoles, 4 de febrero de 2015

.- simplemente irresistible .- 14 y 15

POBRE DE MI NIÑA U.U .... ME DIERON GANAS DE LLORAR EL CAP 15 ... POBRECITA PERO TODO CAMBIARA ... YA LO LEERA :)) BUENO YA SABEN 3 O MAS  Y AGREGO MAÑANA SINO NO ... ADIOS :))

Capítulo 14
La oscuridad envolvía la figura desnuda de Tom, tan oscura como su sombrío estado de ánimo. La casa estaba silenciosa. Demasiado silenciosa. Si escuchaba atentamente, casi podía oír la suave respiración de _______. Pero ella estaba durmiendo en el dormitorio y sabía que oírla era imposible.
Era la noche. La oscuridad. El silencio. Conspiraban contra él, susurrándole en el oído e invadiendo sus recuerdos.
Se llevó la botella de Bud a la boca bebiéndose con rapidez la mitad. Se puso delante de la ventana panorámica y contempló la gran luna amarilla y el rastro plateado de las olas. Todo lo que podía ver de su propio reflejo en el cristal era una silueta nebulosa. El contorno indefinido de un hombre que había perdido su alma y que no estaba demasiado interesado en encontrarla otra vez.
Inesperadamente, la imagen de su esposa, Linda, surgió ante él en la oscuridad. La imagen de la última vez que la había visto, dentro de una bañera de agua ensangrentada; allí su aspecto era muy diferente al de la chica saludable que había conocido en la escuela secundaria.

Sus pensamientos regresaron a aquella época en la escuela cuando había salido con ella. Pero después de graduarse, él se había ido lejos para jugar al hockey en las ligas menores. Toda su vida había girado en torno a ese deporte. Había jugado duro y, a la edad de veinte años, había sido el primer jugador fichado por los Toronto MapleLeafs en 1982. Su tamaño lo convertía en un jugador claramente dominante y se había ganado con rapidez el apodo de «Muro». Su destreza sobre el hielo lo había convertido en una estrella de la noche a la mañana. Su pericia social, sin embargo, lo había convertido en un ídolo de las groupies, quienes lo consideraban como un Mark Spitz de las pistas. Tom jugó para los Maple Leafs durante cuatro temporadas, hasta que los Rangers de Nueva York le ofrecieron un contrato más elevado, convirtiéndose en uno de los jugadores mejor pagados de la NHL. Había llegado a olvidarse por completo de Linda.
Cuando la volvió a ver, habían pasado seis años. Tenían la misma edad, pero distintas experiencias. Tom había visto mundo. Era joven, rico y había hecho cosas con las que otros hombres sólo podían soñar. Durante todos esos años, él había cambiado mucho mientras que Linda apenas lo había hecho. Era casi la misma chica con la que había retozado en el Chevy de Ernie. La misma chica que había usado el espejo retrovisor para repintarse el carmín que él se había comido a besos.
Se reencontró con Linda otra vez durante unas vacaciones de la liga de hockey. La sacó del pueblo. Se la llevó a un hotel y tres meses más tarde, después de decirle que estaba embarazada, la convirtió en su esposa. Su hijo, Toby, nació a los cinco meses de embarazo. Las siguientes cuatro semanas se las pasó observando cómo su hijo luchaba por vivir, mientras soñaba con enseñarle todas las cosas que sabía de la vida y el hockey. Pero sus sueños de un niñito revoltoso murieron dolorosamente con su hijo.
Mientras Tom sufría en silencio, la pena de Linda fue evidente para todos. Se pasaba los días llorando y durante mucho tiempo estuvo obsesionada con tener otro niño. Tom sabía que él era la razón de su obsesión. Se habían casado porque estaba embarazada, no porque la amase.
Debería haberla dejado en ese momento. Debería haberse ido, pero no había podido abandonarla. No mientras estuviera sumida en el dolor y él se sintiera responsable de su pena. Durante el año siguiente se mantuvo a su lado mientras ella iba de doctor en doctor. Se mantuvo a su lado mientras sufría varios abortos. Permaneció con ella porque una parte de él también quería otro bebé. Y vio cómo se hundía en la más profunda desesperación.
Se quedó a su lado, pero no fue un buen marido. La obsesión por tener otro hijo la volvió loca. Los últimos meses de su vida, no podía soportar ni siquiera tocarla. Cuanto más se aferraba ella, más ganas de escapar tenía él. En ningún momento ocultó sus líos con otras mujeres. A un nivel subconsciente, quería que ella lo dejara.
Pero prefirió suicidarse.

Tom se llevó la botella de cerveza a los labios y tomó un largo trago. Linda había querido que fuera él quien la encontrara, y así fue. Un año después, todavía podía recordar el color exacto de su sangre mezclada con el agua del baño. Podía ver su pálida cara y el húmedo cabello rubio. Podía oler el champú que había usado y ver los cortes que se había infligido desde las muñecas hasta los codos. Todavía podría sentir cómo se le revolvían las tripas.
Desde entonces, vivía con el peso de una horrible culpa. Todos los días buscaba olvidar sus recuerdos mientras la culpa lo devoraba.
Tom entró en el dormitorio y miró a la preciosa chica enredada en sus sábanas. La luz del vestíbulo iluminaba la cama y el oscuro pelo rizado. Tenía un brazo sobre el estómago y el otro estirado.
Suponía que debería darle pena Virgil por haberlo sustituido en su noche de bodas. Pero no lo hacía. No lamentaba lo que había hecho. Había disfrutado demasiado y, total, si alguien se enteraba de que ella había pasado la noche en su casa, daría por hecho que habían mantenido relaciones sexuales de todos modos. Así que, ¿qué demonios?

El cuerpo de _______ estaba hecho para el sexo, pero se había dado cuenta de que no tenía tanta experiencia como había parecido cuando coqueteaba con él. Había tenido que enseñarle a dar y recibir placer. La había besado y la había recorrido con la lengua de pies a cabeza y, a su vez, la había enseñado qué hacer con esa boca tan exuberante que tenía. Ella era sensual e ingenua y él la encontraba increíblemente sexy.
Tom se tumbó a su lado en la cama y le deslizó la sábana blanca hasta la cintura. Parecía como si se hubiera dejado caer desnuda en un enorme charco de crema batida. Él se sintió de nuevo excitado y la cubrió con su cuerpo. Apretándole los senos con las manos, hundió la cara en la hendidura que formaron y la besó allí tiernamente. En ese lugar, con esa carne suave y caliente bajo él, no tenía que pensar en nada más. Todo lo que tenía que hacer era sentir placer. Al oír el profundo gemido de _______, levantó la vista hacia su cara. Lo miraba con ojos somnolientos.

—¿Te he despertado? —le preguntó.
_______ observó el hoyuelo de la mejilla derecha de Tom y su corazón comenzó a palpitar.
—¿No ha sido ésa tu intención? —preguntó, tan conmovida por él que lo sentía hasta en el alma y, aunque él no le había dicho que se ocuparía de ella, sabía que al menos tenía que sentir algo. Se había arriesgado a la cólera de Virgil para estar con ella. Había puesto en peligro su carrera y _______ encontraba excitante y terriblemente romántico el riesgo que había corrido por ella.
—Podría controlar mis manos y dejarte dormir. Pero no será fácil —le dijo, moviendo la palma de la mano por la cara externa del muslo desnudo de _______.
—¿Tengo otra opción? —preguntó ella mientras le acariciaba el pelo de las sienes.
Él se deslizó hacia arriba hasta que tuvo el rostro encima del suyo.
—Me encantaría volver a hacerte gemir.
—Hum. —_______ fingió considerar las posibilidades—. ¿Cuánto tiempo tengo para tomar una decisión?
—Ya no tienes tiempo.

Tom era joven y apuesto y, en sus brazos, se sentía segura y protegida. Era un amante maravilloso y podría ocuparse de ella. Y lo más importante, ella estaba locamente enamorada de él.
Amoldó sus labios a los de ella y la besó con una dulce pasión, y ella se sintió como si estuviera oyendo esa vieja canción de country. «She was... the happiest girl in the whole U.S.A.». 
También quería hacer feliz a Tom. En el pasado había hecho de todo, desde teñirse el pelo de rojo a machacarse el cuerpo en un toro mecánico. _______ siempre había hecho un extraordinario esfuerzo por complacer a los hombres de su vida para que no les quedara otro remedio que amarla.
Puede que Tom no la amara en ese momento, pero terminaría haciéndolo.



Capítulo 15

_______ se llevó una mano a su corazón dolorido. Asió el lazo blanco del corpiño mientras dentro de su pecho el amor y el odio colisionaban como un martillo de demolición para destrozarle el corazón. Vestida de nuevo con el traje de novia rosa y las frágiles sandalias de tacón alto, luchó contra las lágrimas ardientes que le anegaban los ojos. Cuando vio cómo el Corvette rojo de Tom se perdía en el tráfico, notó que perdía la batalla. Se le empañó la vista, pero las lágrimas no le proporcionaron alivio alguno.
Ni siquiera al observar desaparecer a Tom, podía creer que se hubiera deshecho de ella en la acera del Aeropuerto Internacional de Seattle-Tacoma. No era sólo que la hubiera abandonado, es que ni siquiera había mirado atrás.
A su alrededor se arremolinaban ejecutivos trajeados o turistas con ropas ligeras de verano. Los taxistas descargaban equipajes mientras el tubo de escape de sus taxis expulsaba humo caliente. Los maleteros bromeaban con los clientes mientras una impersonal voz masculina avisaba por los altavoces de que el área reservada delante del aeropuerto era sólo para carga y descarga. Los sonidos que se mezclaban caóticamente en torno a _______ eran semejantes al confuso zumbido de su cabeza. La noche anterior Tom se había comportado de manera muy distinta al hombre indiferente que la había despertado esa mañana con un Bloody Mary en la mano. La noche anterior habían hecho el amor una y otra vez; nunca se había sentido más cerca de un hombre. Y estaba segura de que Tom había sentido lo mismo. Estaba segura de que él no hubiera corrido tal riesgo a menos que ella le importase. Si no hubiera sentido nada por ella, no habría puesto en peligro su carrera con los Chinooks. Pero esa mañana se había comportado como si se hubieran dedicado a ver reestrenos en la tele en lugar de a hacer el amor. Cuando le anunció que le había reservado un vuelo a Dallas, lo dijo como si estuviera haciéndole un gran favor. Cuando la había ayudado a ponerse de nuevo el corsé y el vestido de novia rosa, su contacto había sido impersonal. Muy diferente de las cálidas caricias de la noche anterior. Cuando la ayudó a vestirse, _______ había luchado contra sus confusos sentimientos. Había luchado por encontrar las palabras adecuadas para convencerle de que la dejara quedarse con él. Le insinuó su disposición para hacer y ser cualquier cosa que él quisiera, pero él había ignorado tan sutiles sugerencias.

Camino del aeropuerto, había subido tanto el volumen de la música que la conversación había sido imposible. Durante la hora que había durado el trayecto en coche, ella se había torturado con miles de preguntas. Se había preguntado qué habría hecho mal o qué habría sucedido para cambiarlo todo. Sólo su orgullo impidió que desconectara el casete y le exigiera una respuesta. Sólo el orgullo le hizo contener las lágrimas cuando la ayudó a salir del coche.
—El avión sale dentro de una hora. Tienes tiempo de sobra para recoger la tarjeta de embarque en facturación y pillar el vuelo —la informó Tom mientras le daba su neceser de noche.
Sintió como si el pánico le retorciera el estómago. El miedo hizo desaparecer el orgullo y abrió la boca para suplicarle que la llevara de regreso a la casa de la playa, donde se sentía segura. Sus siguientes palabras la detuvieron.
—Con ese vestido seguro que vas a obtener al menos dos propuestas de matrimonio antes de llegar a Dallas. No quiero darte consejos de cómo vivir tu vida, Dios sabe lo mucho que he enredado la mía, pero tal vez deberías usar algo más la cabeza cuando elijas a tu próximo novio.

Lo amaba tanto que le dolía y a él no le importaba si se casaba con otro hombre. La noche que habían compartido no había significado nada para él.
—Ha sido un placer conocerte, _______ —había añadido despreocupadamente, luego se había dado la vuelta y se había ido.
—¡Tom! —El nombre se le escapó de los labios, a pesar de su orgullo.
Él se había girado, y ella supo que su cara había revelado lo que sentía. Tom había suspirado con resignación.
—Nunca quise lastimarte, pero te dije desde el principio que no me jugaría mi carrera con los Chinooks por ti. —Hizo una pausa y añadió—: No es nada personal.
Luego se dio la vuelta, bajó la acera y salió de su vida.

A _______ comenzó a dolerle la mano y miró hacia abajo, al neceser que sujetaba con fuerza. Tenía los nudillos blancos y aflojó su presa.
El denso humo del tubo de escape le provocó nauseas y, finalmente, se dio la vuelta y entró en el aeropuerto. Tenía que salir de allí. Tenía que irse, pero no sabía a dónde. Sentía todos sus circuitos sobrecargados e intentó dejar la mente en blanco. Encontró el mostrador de facturación y «no» le dijo al agente, «no tenía equipaje para facturar». Con la tarjeta de embarque en una mano y el neceser en la otra, abandonó el mostrador.
Pasó delante de las tiendas de regalos, los restaurantes y las ventanillas de información de vuelos. El sufrimiento la envolvía como una capa de niebla negra. Mantuvo la mirada baja, imaginaba que su pena se traslucía en su cara y que si la gente la miraba atentamente, sabría lo que le pasaba.
Se darían cuenta de que a nadie le importaba un bledo _______ Howard. Ni en ese estado ni en otro. Había plantado a su única amiga, Sissy, y si _______ se muriese en ese momento, no le importaría a nadie o por lo menos no de verdad. Bueno, su tía Lolly sí haría como si le importara. Prepararía la gelatina O'Jell y lloraría como si no estuviera aliviada de no tener que ocuparse más de _______. Por un instante, _______ se preguntó si su madre se entristecería, pero supo la respuesta antes de ni siquiera pensarlo: no. Mary Jean nunca se entristecería por esa niña a la que nunca había querido.

Entró en la zona de embarque cuando su frágil control comenzaba a quebrarse. Se sentó de cara a las ventanas y tomó un ejemplar del Seattle Times del asiento de al lado dejando el neceser en la butaca de vinilo. Miró por la ventana a la pista de aterrizaje y una nítida imagen de la cara de su madre apareció en su mente, recordándole la única vez que se había encontrado con Mary Jean.
Había sido el día del entierro de su abuela, había levantado la mirada del ataúd y había visto la cara de una elegante mujer muy bien peinada con el pelo oscuro y los ojos verdes. No habría reconocido quién era la mujer si Lolly no se lo hubiera dicho. Durante un instante la pena por la muerte de su abuela se fusionó en su interior con aprensión, alegría, esperanza y una miríada de emociones conflictivas. Durante toda su vida, _______ había recreado el momento en que finalmente conocería a su madre.
Mientras crecía, le habían dicho que Mary Jean era demasiado joven y que cuando ella nació no quería tener hijos todavía. Como consecuencia, _______ llevaba toda su vida soñando con el día en que su madre cambiaría de idea.
Pero cuando _______ alcanzó la adolescencia, ya había perdido las esperanzas de que se hicieran realidad sus sueños sobre un reencuentro con su madre. Había descubierto que Mary Jean Howard era ahora Jean Obershaw, esposa de León Obershaw representante en Alabama, y madre de dos niños pequeños. El día que supo de la otra familia de su madre fue el día en que tuvo que afrontar la cruda realidad. Su abuela había mentido. Mary Jean sí quería tener hijos. Simplemente, no la había querido a ella.
En el entierro de su abuela, cuando _______ por fin miró a Mary Jean, había esperado no sentir nada. Le sorprendió profundamente encontrar algo en su corazón, todavía albergaba la fantasía de una madre cariñosa. Se había aferrado al sueño de que su madre podría llenar el vacío que tenía en su interior. A _______ le temblaron las manos y las rodillas cuando se presentó a la mujer que la había abandonado poco después de nacer. Había contenido el aliento... esperando... anhelando. Pero Mary Jean apenas la miró cuando le dijo:
—Sé quién eres. —Luego se volvió y se dirigió a la parte trasera de la iglesia. Después del funeral desapareció, probablemente de regreso con su marido y sus hijos. De regreso a su vida.

El anuncio de la llegada de un vuelo trajo a _______ de vuelta a la realidad. Más pasajeros comenzaron a llenar la zona de embarque y cogió el neceser para colocárselo sobre el regazo. Una mujer de mediana edad con rizos blancos y un vestido de poliéster se dirigió al asiento vacío. _______ cogió automáticamente el ejemplar del Seattle Times para que la mujer se pudiera sentar. Lo colocó encima del neceser y dirigió la mirada a las ventanas, observando un autobús de pasajeros y un remolque de equipajes. Normalmente, le habría sonreído a la mujer y quizá la habría obsequiado con una agradable conversación. Pero no se sentía con ganas de ser amable. Pensaba en su vida y en que no debía relacionarse con personas que no podían corresponder a su amor.
Se había enamorado de Tom Kaulitz en menos de veinticuatro horas. Sus sentimientos por él habían surgido tan deprisa que apenas podía creerlo. Pero sabía que eran reales. Pensaba en sus ojos marrones y en el hoyuelo que aparecía en su mejilla derecha cada vez que sonreía. Pensaba en cómo la rodeaban esos fuertes brazos, haciéndola sentir segura. Si cerraba los ojos, podía sentir sus manos en la espalda, levantándola contra la vitrina como si no pesara nada. No había conocido a ningún otro hombre —ni siquiera algún antiguo novio al que había creído amar—, que la hubiera hecho sentir de la misma manera que Tom.
«Deberías haberme dicho que eres perfecta», le había dicho, haciendo que se sintiera como la Reina de las fiestas de San Antonio. Ningún hombre la había hecho sentirse tan deseable. Ningún hombre la había dejado destrozada.

Comenzaron a arderle los ojos de nuevo y se le nubló la vista. En los últimos días había tomado algunas decisiones desafortunadas. Lo peor había sido decidir casarse con un hombre lo suficientemente viejo como para ser su abuelo. Luego estaba el haber huido de la boda como una cobarde. Lo único que no había sido una elección había sido enamorarse de Tom. Simplemente había ocurrido.
Una solitaria lágrima le resbaló por la mejilla y se la enjugó con el pañuelo. Ahora tenía que sobreponerse a lo de Tom. Tenía que retomar su vida.

«¿Qué vida?». No la esperaban ni en casa ni en el trabajo. No tenía ningún familiar con quien hablar y lo más probable era que su única amiga la odiara. Todas sus ropas estaban en poder de Virgil, quien —sin ningún género de duda— la despreciaría. El hombre que amaba no le correspondía. Se había deshecho de ella, dejándola en la acera sin mirar atrás.
No tenía a nada ni a nadie salvo ella misma.
—Atención —anunció una voz femenina—, los pasajeros del vuelo 624, con destino a Dallas-Fort Worth, deberán embarcar en quince minutos.

_______ miró la tarjeta de embarque. «Quince minutos», pensó. Quedaban quince minutos para subirse a un avión que la llevaría de regreso a la nada. Nadie estaría allí para recogerla. No tenía a nadie. Nadie se iba a ocupar de ella. Nadie le diría qué hacer.
Nadie excepto a sí misma. Sólo _______ Howard.
El pánico le atenazó el estómago y miró el ejemplar del Seattle Times que estaba encima del neceser de su regazo. Sentía la sobrecarga emocional a flor de piel. Para evitar estallar, se concentró en el periódico. Movió los labios mientras leía lentamente los anuncios clasificados.

7 comentarios:

  1. :O No puedo creerlo (Tn) se ha enamorado de Tom :( y el la rechazo :( pobre de (Tn) la entiendo y ahora que pasara???

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  2. Oo casi lloree que triste su vida con una madre asi u.u y ese tom tan pesado que la abandono u.u sube pronto bye cuidateeeee

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  3. Pobree!! Porque su madre la trato asii. Para mi que hay algo ahii.. Virgi adelantanos algo.

    Siguelaaa

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  4. Tom la abando tan rapido :o probre y sin Nadie que la ayude
    Sube proto :)

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  5. Hay mas de tres de comentarios y no subes!! >.<

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  6. Subeeeeee concuerdo con jennifer hay mas de tres c: pleaseeee bye cuidate

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