jueves, 5 de marzo de 2015

.- simplemente irresistible .- 34 y 35

Capítulo 34
__________ no había tenido intención de ir con Tom de vacaciones. Su intención había sido mantenerse firme y negarse a ir a Cannon Beach. Y lo habría hecho si no hubiera sido por el repentino interés de Lexie en su padre ficticio, Anthony.
Después de haber navegado a las islas San Juan, las preguntas de Lexie habían comenzado de nuevo. Quizá haber visto a Charles con Amber había despertado su curiosidad. Quizá fuera por la edad. Había épocas en las que Lexie preguntaba sobre Anthony, pero, por primera vez, __________ intentó contestar sin mentirle. Luego había llamado a Tom y le había dicho que irían a Oregón. Si Lexie iba a mantener una relación con Tom, tenía que pasar tiempo con él antes de que le dijera que era su padre. Razón por la cual ahora estaba conduciendo hacia Cannon Beach, rezando por no estar cometiendo un error colosal. Tom había prometido que trataría de no provocarla, pero ella no le creía.
—Me portaré lo mejor que pueda —había asegurado.
Sí. Claro. Y los elefantes volaban.

Le echó una mirada a su hija que iba sentada en el asiento del acompañante sobre un elevador de seguridad. Lexie coloreaba meticulosamente un dibujo de los teleñecos, llevaba puesta una gorra negra con una cara sonriente y unas gafas de sol azules para niños. Era sábado así que sus labios estaban pintados de un rojo intenso. Pero por lo menos ahora esos pequeños labios rojos estaban cerrados y el silencio ocupaba el interior del Hyundai.
El viaje había empezado bastante bien, pero en alguna parte, cerca de Tacoma, Lexie había comenzado a cantar... y a cantar... y a cantar. Cantó el único verso que conocía de «Puff el dragón mágico» y todos los versos de «¿Dónde está Thumbkin?». Había cantado con su voz chillona la letra de «Deep in the Heart of Texas» y había batido palmas tan entusiasmada como cualquier texano orgulloso. Por desgracia, sólo cantó eso una y otra vez hasta llegar a Astoria.
Entonces, justo cuando __________ había terminado de calcular el número de años que faltaban para que pudiera enviarla a la universidad, Lexie había dejado de cantar y __________ se había sentido una madre horrible por haber pensado, literalmente, en echar a Lexie del nido.
Fue cuando comenzaron las preguntas.
«¿No llegamos aún?».
«¿Cuánto falta?».
«¿Dónde estamos?».
«¿Te acordaste de meter a Blankie en la maleta?».
De Astoria a Seaside su preocupación había sido dónde dormiría y cuántos cuartos de baño tendría la casa de Tom. No había podido recordar si había metido su juego de manicura o si había traído suficientes Barbies para jugar cinco días enteros. Se había acordado de meter los juguetes para la playa, pero ¿qué pasaría si llovía todo el tiempo? Y luego había preguntado si también había niños en el barrio y cuántos años tendrían.
En ese momento, mientras recorrían en el coche la calle principal de Cannon Beach, el pueblo le recordó las docenas de comunidades pseudoartísticas que salpicaban el noroeste costero. Estudios, cafeterías y tiendas de regalos se alineaban en la calle principal. Los escaparates de los negocios tenían persianas coloridas en distintos tonos de azul, gris y verde espumoso, y se veían ballenas y estrellas de mar pintadas por todas partes. Las aceras estaban llenas de turistas y unas banderas de colores ondeaban con la brisa siempre presente.
Echó una ojeada al reloj digital que había sobre la radio en el salpicadero del coche. Era puntual por naturaleza y le gustaba llegar a tiempo, pero ese día llegaba con media hora de antelación. Entre Tacoma y Gearhart había pisado a fondo el acelerador. En algún lugar entre la primera vez que Lexie cantó «¿Dónde está Thumbkin?» y la última vez que preguntó «¿No llegamos aún?» le había metido caña al Hyundai, sobrepasando los ciento cincuenta kilómetros por hora. La posibilidad de que la detuviera un policía para multarla ni siquiera le había importado. De hecho habría agradecido conversar con un adulto.

Miró el mapa que Tom le había dibujado y condujo entre las residencias veraniegas y los complejos turísticos construidos a pie de playa. Frenó para leer la nota garabateada a mano, después se metió en una calle muy sombreada y siguió las instrucciones con facilidad hasta encontrar la casa. Aparcó el Hyundai junto al Range Rover verde oscuro de Tom en el camino de entrada a una casa blanca de una sola planta con un tejado muy inclinado de tablillas de madera. Un pino nudoso y una acacia daban sombra al porche de madera, tiñéndolo de una luz grisácea. Dejó el equipaje en el coche y guió a Lexie de la mano hasta la puerta principal. Con cada paso que daba el corazón de __________ latía más rápido. Cuanto más se acercaba, más se convencía de que estaba a punto de cometer un error garrafal.
Hizo sonar el timbre varias veces. No contestó nadie. Cogió el plano y lo estudió detenidamente otra vez. Si lo hubiera dibujado ella, habría sentido la familiar incertidumbre que notaba en el pecho cuando temía haber equivocado los números una vez más.
—Tal vez Tom está echando la siesta —sugirió Lexie—. Quizá deberíamos entrar y despertarlo.
—Bueno, quizá. —__________ volvió a mirar los números de la casa, luego se acercó al buzón y abrió la parte superior. Lo examinó con atención como si esperara encontrar dentro un vecino o un empleado de correos observándola. Miró una tarjeta comercial dirigida a Tom.
—¿Crees que se olvidó de que veníamos? —preguntó Lexie.
—Espero que no —contestó __________ agarrando el pomo y abriendo la puerta.
«¿Qué pasaría si se había olvidado?», se preguntó. «¿Qué ocurría si estaba dormido en algún lugar de la casa? ¿O dándose una ducha con una mujer?». Sabía que era un poco temprano, pero, ¿qué pasaría si estaba en la cama con el cuerpo entrelazado con el de alguna pobre ingenua?

—¿Tom? —gritó, entrando muy despacio. Sus pies se hundieron en la alfombra de color champán. Mientras Lexie la seguía un poco más atrás, __________ atravesó el salón. Inmediatamente se dio cuenta de que la casa no era de planta baja como parecía desde fuera. A su izquierda una escalera llevaba hacia abajo mientras que a su derecha una segunda escalera conducía a un bajo cubierta que se abría al salón. La casa estaba construida en una ladera sobre la playa y el océano. La fachada posterior consistía en su totalidad en unos enormes ventanales enmarcados con carpintería de roble. Tres tragaluces del mismo material dominaban el techo del salón.
—Caramba. —Lexie se quedó sin aliento y se puso a dar vueltas—. ¿Tom es rico?
—Eso parece, ¿verdad? —Los muebles eran modernos y construidos principalmente de acero y madera clara. A un lado había un sofá tapizado en azul oscuro; estaba orientado para disfrutar tanto de la vista del océano como de la chimenea que dominaba la pared de la izquierda. Encima de la repisa de la chimenea había colgado un enorme retrato donde el abuelo de Tom permanecía de pie junto a uno de esos enormes peces azules que los turistas pescaban en la costa de Florida. Había pasado mucho tiempo desde que __________ había visto a Ernie, pero lo reconoció con facilidad.
—Espero que Tom no haya tenido un accidente. —Lexie se dirigió hacia una de las tres puertas correderas de cristal del salón—. Tal vez se ha roto una pierna o se ha cortado...
Se acercaron a la vez a la cristalera y miraron hacia la arena de la playa. Más allá de la terraza Haystack Rock se erguía contra el cielo azul claro. Las gaviotas revoloteaban por encima de la vegetación que florecía en la parte superior de la enorme roca mientras sus continuos graznidos se mezclaban con el ruido de las olas.
—¡Tom! —Lexie gritó en voz alta—. ¿Dónde estás?
__________ abrió la puerta corredera y dejó entrar la brisa impregnada con el olor a agua salada y a algas marinas junto con los sonidos del mar. Salió un momento a la terraza, respiró hondo y exhaló lentamente. Tal vez pasar una semana en una casa tan bella con un entorno tan maravilloso no iba a ser tan malo después de todo. Si no permitía que Tom la hechizara con su cara amable y si se guardaba sus labios para sí mismo, a lo mejor ese viaje no se convertiría en un error garrafal.

__________ sintió un ruido sordo bajo los pies, una especie de «tum, tum, tum» resonando bajo las suelas de las sandalias. Oyó el constante ruido de pasos que golpeaban las escaleras y sintió que se le derretían las entrañas. Luego, al momento, vio la cabeza de Tom. Llevaba unos auriculares amarillos sobre su pelo húmedo de sudor y tenía la mitad inferior de la cara cubierta por una barba incipiente. Después aparecieron sus hombros anchos y su poderoso pecho. Llevaba puesta una camiseta sin mangas que tenía tantos agujeros que __________ se preguntó para qué se había molestado en ponérsela. El estómago era plano y se le veía hasta la cinturilla de los pantalones cortos. El vello oscuro se arremolinaba alrededor del ombligo para desaparecer en forma de flecha bajo los pantalones cortos azul marino. Sus muslos eran gruesos y musculosos, y sus largas piernas estaban muy morenas.
—Llegan temprano —oyó que les decía mientras intentaba normalizar la respiración. Ella miró cómo se quitaba los auriculares dejándolos colgar del cuello y luego miraba el reloj deportivo con la esfera girada hacia la parte interior de la muñeca—. Si lo hubiera sabido, habría estado aquí.
—Lo siento —dijo ella, negándose a sonrojarse ante tan súbita aparición. Era adulta. Podía comportarse con normalidad ante un hombre ardiente, sudoroso y semidesnudo. Y podía manejar a Tom Kaulitz sin ningún problema. Solo tenía que pensar que era como tener el pelo hecho un desastre. Poco cooperativo, molesto y muy desarreglado—. Pisé el acelerador más de la cuenta —explicó.
—¿Cuánto tiempo llevan aquí? —Cogió la toalla blanca que colgaba de la barandilla. Se secó la cara y el pelo como si acabara de salir de la ducha, luego hizo desaparecer la cabeza bajo el grueso algodón.
—Sólo unos minutos.
—Hum, pensamos que te habías caído y que estabas herido —dijo Lexie distraída por la visión del estómago de Tom. Era la primera vez que se encontraba tan cerca de un hombre a medio vestir. Clavó los ojos en esa piel cubierta de vello y dio un paso hacia delante para ver mejor—. Creímos que tal vez te habías roto una pierna o te habías cortado —añadió.
Tom asomó la cabeza por debajo de la toalla. Vio a Lexie y sonrió.
—¿Tenías preparada una tirita por si acaso? —le preguntó, colocándose la toalla alrededor del cuello y agarrando los extremos de la misma.
Negó con la cabeza.
—Tenes la barriga peluda, Tom. ¡Muy peluda! —dijo, luego se giró hacia la barandilla para mirar la playa que había debajo.
Él se miró y apretó una de sus grandes manos contra el duro abdomen.
—No es para tanto —dijo, restregándose la palma de la mano sobre el estómago—. Conozco a varios hombres que son bastante peores. Por lo menos yo no tengo vello en la espalda.

__________ observó cómo deslizaba la mano más abajo, hacia el vientre, hundiendo los dedos en el vello corto y su mente se inundó de recuerdos. Recordó esa noche hacía tanto tiempo cuando ella lo había tocado, cuando lo había sentido ardiente y viril bajo sus manos.
—¿Qué miras, __________?
Ella apartó la mirada de su vientre y lo miró a los ojos. La había pillado mirándolo. Podía actuar de varias maneras: avergonzada, culpable o simplemente mentir.
—Tus zapatos.
Capítulo 35
En silencio, él se rió entre dientes.
—Me mirabas el paquete.
O podía admitirlo.
—Ha sido un largo viaje. —Se encogió de hombros—. Iré al coche a por nuestro equipaje.
Tom se la adelantó.
—Yo lo cogeré.
—Gracias.
Él atravesó la puerta corredera.
—De nada —le dijo con una sonrisa arrogante antes de atravesar el salón.
—¡Oye, Tom! —gritó Lexie que pasó corriendo junto a su madre, dejando que __________ los siguiera—. Traje los patines. Y adivina qué...
—¿Qué?
—Mamá me compró unas rodilleras nuevas de la Barbie.
—¿De la Barbie?
—Sí.
Él abrió la puerta principal.
—Estupendo.
—Y adivina qué más.
—¿Qué?
—Teno gafas de sol nuevas. —Se quitó las gafas y las sujetó en alto—. ¿Ves?
Tom se movió en dirección a ella.
—Oye, son geniales. —Se paró para mirarle con resignación la cara—. ¿Vas a llevar puesto eso púrpura mientras estés aquí? —preguntó, refiriéndose a la sombra de ojos.
Ella asintió con la cabeza.
—Sólo puedo usarla los sábados y domingos.
Él se dirigió a la parte trasera del Hyundai y dijo:
—Tal vez, mientras estés de vacaciones, podrías hacer un descanso y dejar de usar todo ese mejunje.
—Ni hablar. Me gusta. Es lo que más me gusta del mundo.
—Pensaba que los perros y los gatos eran lo que más te gustaba.
—Bueno, el maquillaje es lo que más me gusta de todo lo que puedo tené.
Tom suspiró con resignación mientras tomaba dos maletas y una bolsa de juguetes del asiento trasero del coche.
—¿Esto es todo? —preguntó.
__________ sonrió y abrió el maletero.
—Jesús —juró Tom clavando los ojos en tres maletas más, dos chubasqueros amarillos, un paraguas enorme y el Centro de Belleza de Barbie—. ¿Acaso has traído toda la casa?
—Éste es el resultado de condensar bastante la carga original —dijo ella, cogiendo los chubasqueros y el paraguas—. Y por favor, no blasfemes delante de Lexie.
—¿Blasfemé? —preguntó Tom, mirando a la niña.
__________ asintió con la cabeza.

Lexie se rió tontamente y cogió el Centro de Belleza de Barbie.
__________ y Lexie lo siguieron de vuelta a la casa y Tom las condujo al piso inferior, hasta una habitación decorada con persianas de color beige y verde; luego regresó por el resto de su equipaje. Cuando ya había trasladado todas sus cosas, les mostró rápidamente todas las habitaciones. Tenía instalado un pequeño gimnasio situado entre el cuarto de huéspedes y el dormitorio principal.
—Tengo que darme una ducha —les dijo Tom, dirigiéndose al pasillo después de que Lexie inspeccionara los tres cuartos de baño—. Cuando acabe, podemos ir a la playa para mirar los charcos que deja la marea.
—¿Por qué no nos encontramos ya allí? —sugirió __________ que quería aprovechar el sol antes de que se volviera a nublar.
—Me parece bien. ¿Necesitas toallas?

__________ nunca había sido una Girl Scout pero había venido preparada para cualquier eventualidad. Había traído las suyas. Después de que Tom las dejara, Lexie y __________ se cambiaron de ropa. Lexie se puso un bikini de cuadros rosa y púrpura, luego se metió una camiseta de Texas por la cabeza. __________ se puso un par de pantalones cortos naranjas y amarillos con un top a juego que le dejaba el ombligo al aire y como creía que enseñaba demasiado añadió una ligera blusa de algodón. La prenda amarilla le cubría hasta el trasero y se la dejó desabrochada. Ambas se calzaron unas sandalias Teva, cogieron las toallas de playa y el protector solar y se dirigieron afuera.
Cuando Tom se les unió en la playa, Lexie había encontrado un erizo de mar un poco roto, media concha y una pinza pequeña de cangrejo. Los había metido en un cubo rosa y en ese momento se encontraba acuclillada al lado de __________ para observar a una anémona de mar que había pegada a una de las pequeñas rocas expuestas por la marea baja.
—Tócala —le decía __________—. Es pegajosa.
Lexie negó con la cabeza.
—Sé que es pegajosa, pero no me gusta tocarla.
—No te morderá —le dijo Tom, haciendo sombra sobre ellas dos.
__________ levantó la mirada y se incorporó lentamente. Tom se había afeitado, se había cambiado los pantalones cortos por otros beige que no eran de deporte y se había puesto una camiseta color aceituna. Se veía limpio e informal, pero demasiado rudo y sensual para parecer completamente respetable.
—Creo que tiene miedo de que le coja el dedo y no lo suelte —dijo __________.
—No, no lo teno —protestó Lexie, negando con la cabeza otra vez. Se puso en pie y señaló hacia Haystack Rock que se encontraba a unos cincuenta metros—. Quiero ir allí.

Los tres juntos caminaron hasta la enorme formación rocosa. Tom ayudó a Lexie a saltar de roca en roca y cuando el terreno fue demasiado abrupto para sus cortas piernas, la cogió y la sentó sobre sus hombros sin esfuerzo alguno, como si no pesara nada.
Lexie se agarró a la cabeza de Tom, golpeándole la mejilla derecha con el cubo.
—¡Mamá, mírame, he crecido! —gritó.
Tom y __________ se miraron y rieron.
—Eso es lo que todas las madres desean oír —dijo ella.
La risa de Tom murió ahogada por el sonido de las olas, pero una sonrisa permaneció en su cara.
—Empezaba a pensar que sólo te ponías vestidos o faldas —dijo, rodeando los tobillos de Lexie con los dedos.
No le sorprendió que lo hubiera notado. Era de esos Hombres detallistas.
—Normalmente no llevo pantalones, ni cortos ni largos.
—¿Por qué?
__________ no quería contestar a esa pregunta. Lexie, sin embargo, no tenía ningún tipo de escrúpulos a la hora de facilitar esa información.
—Porque tiene un gran pandero.
Tom miró a Lexie entrecerrando los ojos ante el brillo del sol.
—¿En serio?
Lexie asintió con la cabeza.
—Sí. Eso es lo que dice siempre.
__________ sintió que se ruborizaba.
—Dejemos ese tema.
Cogiendo el dobladillo de la camisa amarilla, Tom lo levantó y ladeó la cabeza para mirar mejor.
—No me parece grande —dijo con aire despreocupado como si discutieran sobre el clima—. A mí me parece perfecto.
__________ se sintió un poco tonta por el ramalazo de placer que sintió en la boca del estómago. Le golpeó la mano y dejó caer la camisa en su sitio.
—Pues lo es —dijo ella, luego pasó junto a Tom y caminó un poco por delante de ellos. Recordaba lo que había sucedido siete años atrás cuando había perdido la cabeza ante sus cumplidos. Todas las chicas sureñas soñaban con ser reinas de la belleza y, con muy poco esfuerzo, él la había hecho sentir como Miss Texas y ella había saltado encantada a su cama. Ahora, mientras rodeaba una roca de mediano tamaño, se recordó a sí misma que podía ser encantador, pero que también podía ser realmente repugnante.
Una vez que alcanzaron la base de la roca se pusieron a explorarla. Tom dejó a Lexie en la arena y juntos examinaron la típica variedad de vida marina. El cielo permanecía despejado y el día era hermoso.
__________ observó a Tom y a Lexie juntos. Los vio descubrir una estrella de mar naranja y púrpura, mejillones y más anémonas pegajosas. Vio cómo inclinaban sus oscuras cabezas sobre un charco dejado por la marea y trató de ocultar la inseguridad que sintió.
—Se ha perdido —dijo Lexie cuando __________ se agachó a su lado en el charco.
—¿Qué es? —preguntó.
Lexie apuntó hacia un pequeño pez marrón y negro que nadaba bajo la superficie del agua clara y fría.
—Es un bebé y su mamá lo ha abandonado.
—Creo que no es un bebé —dijo Tom—. Creo que es un pez de menor tamaño.
Lexie negó con la cabeza.
—No, Tom. Es un bebé, ¿no lo ves?
—Entonces cuando la marea suba otra vez su mamá vendrá y lo recogerá —le aseguró __________ a su hija, antes de que empezara a inquietarse. Cuando Lexie veía a cualquier criatura huérfana, se ponía muy sensible.
—No —negó con la cabeza de nuevo y le comenzó a temblar la barbilla mientras decía—: Seguro que su mamá también se perdió.
El hecho de que Lexie viviera sola con su madre y no conociera más familia que Mae, hacía que __________ tuviera que controlar cuidadosamente las películas que Lexie veía para asegurarse de que los personajes tenían por lo menos un padre o una madre. Cuando Lexie cumplió los seis años, __________ dejó que la convenciera para ver Babe, el cerdito valiente. Grave error. Lexie había llorado durante una semana.
—Su madre no se ha perdido. Cuando suba la marea, vendrá a por él.
—No, las mamas no dejan a sus bebés a menos que se pierdan. El pececito no puede irse a casa. —Apoyó la frente sobre la rodilla—. Se ha quedado solo, sin su mamá. —Cerró los ojos con fuerza y le resbaló una lágrima por la nariz.
__________ miró a Tom por encima de la cabeza inclinada de Lexie. Él le devolvió la mirada con un brillo desesperado en sus ojos marrones. Estaba claro que esperaba que fuera ella quien hiciera algo.
—Estoy segura de que su padre está nadando ahí fuera para encontrarlo.
Lexie no picó.
—Los papas no cuidan de los bebés.
—Claro que lo hacen —dijo Tom—. Si yo fuera un papá pez, vendría a buscar a mi bebé.
Girando la cabeza, Lexie miró a Tom durante unos momentos, pensando en lo que le había dicho.
—¿Y estarías buscándolo hasta que lo encontraras?
—Claro. —Miró a __________, luego de nuevo a Lexie—. Si supiera que tengo un bebé, no lo abandonaría nunca.
Lexie inhaló por la nariz y observó el charco transparente.
—¿Qué ocurre si muere antes de que suba la marea?
—Hum... —Tom agarró el cubo de Lexie, tiró las conchas y cogió al pez diminuto.
—¿Adónde lo llevas? —preguntó Lexie mientras los tres se levantaban.
—Voy a llevar a tu pececito con su padre —le dijo, y se fue hacia la orilla—. Quédate aquí con tu madre.
__________ y Lexie se subieron a una roca plana para observar cómo Tom surcaba el oleaje. Las suaves olas chocaban con sus muslos y oyeron la exclamación que lanzó cuando el agua fría le mojó la parte inferior de los pantalones cortos. Miró a su alrededor y tras pensarlo un momento vació el cubo en el océano.
—¿Crees que el pececito encontró a su papá? —preguntó Lexie con ansiedad.

__________ contestó sin apartar los ojos del enorme hombre que llevaba un pequeño cubo rosa.
—Estoy segura de que lo hizo.
Tom caminaba hacia ellas con una sonrisa en la cara. Tom «Muro» Kaulitz, el infame y enorme jugador de hockey, el héroe de muchachitas y el salvador de pececitos, se las había arreglado para subir en la escala de __________ y había pasado de ser peor que tener el pelo hecho un desastre a ser agradable.
—¿Lo encontraste? —Lexie se bajó de un salto de la roca y cayó de rodillas.
—Sí, y pude ver lo contento que estaba de ver a su bebé.
—¿Cómo supiste que era su papá?
Tom le dio a Lexie el cubo y luego la cogió de la manita.
—Porque se parecen.
—Ah, sí. —Ella ladeó la cabeza—. ¿Qué hizo cuando vio a su bebé?
Él se detuvo delante de la roca donde __________ los aguardaba y la miró.
—Bueno, dio un buen salto y luego se acercó y nadó alrededor del pececito sólo para asegurarse de que estaba bien.
—Yo también lo vi hacerlo.
Tom sonrió y los ojos se le llenaron de arruguitas.
—¿De veras? ¿Se veía bien desde aquí?
—Sí. Voy a buscar la toalla porque me estoy congelando —anunció y miró playa arriba.
__________ le escrutó la cara e imitó su sonrisa.
—¿Cómo se siente uno al ser un héroe? —le preguntó.
Tom la agarró por la cintura y la bajó con facilidad de la roca. __________ se sostuvo en sus hombros mientras la depositaba sobre el agua del mar. Las olas formaban remolinos en sus piernas y la brisa le alborotaba el pelo.
—¿Soy tu héroe? —preguntó Tom en un susurro sedoso. Era peligroso.
—No. —Ella dejó caer las manos a los costados y dio un paso atrás. Era un hombre grande y fuerte, pero era muy amable y compasivo con Lexie. Lo que lo convertía en alguien más peligroso que una mancha de aceite en la carretera y si no tenía cuidado, podría hacer que se olvidara del doloroso pasado que tenían en común—. No me gustas, ¿recuerdas?
—Ajá. —Su sonrisa le dijo que no la creía ni un ápice—. ¿Recuerdas cuando estuvimos juntos en la playa, en Copalis?
Ella se volvió hacia la costa y divisó a Lexie abrigándose en la playa.
—¿Qué quieres que recuerde?
—Me dijiste que me odiabas y mira cómo acabamos. —Caminaron a través de las olas y la miró de reojo.
—Entonces es bueno que me encuentres completamente resistible.
Él deslizó la mirada por sus pechos y luego volvió la mirada hacia la costa.
—Sí, es bueno.



HOLAAA!!! BONITO CAPITULO EL ULTIMO *-* Y EL PRIMERO ... Jajaja A LA RAYA LE AFECTO VER A TOM SUDADO xD ... BUENO YA SABEN 3 O MAS Y AGREGO MAÑANA .. ADIOS :))

3 comentarios:

  1. Pobre pececitoo!!

    Siguelaa Virgi. Disfruto mucho leer esta fic ;)

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  2. *-* muero de amor con este capituloooooooooo le ir y tom son adorables
    Sigueeeee

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  3. Que lindo capitulo *.* sube pronto :)

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