sábado, 28 de febrero de 2015

.- simplemente iresistible .- 28 y 29

Capítulo 28
—Lo hice, señor «Muro» —susurró, como si levantar la voz fuera a hacer que su cometa chocara con el suelo.
Volvió a mirar a su hija.
—Mi nombre es Tom.
—Lo hice, Tom.
—Sí, lo hiciste.
Ella sonrió.
—Me gustas.
—Tú también me gustas, Lexie.
Ella contempló su cometa.
—¿Tenes niños?
La pregunta lo cogió por sorpresa y esperó un momento antes de contestar:
—Sí. —No iba a mentirle, pero no estaba preparada para oír la verdad y, por supuesto, se lo había prometido a __________—. Tuve un niñito, pero murió cuando era un bebé.
—¿Por qué?
Tom levantó la mirada hacia la cometa.
—Suelta un poco más de cuerda. —Cuando Lexie siguió su consejo, dijo—: Nació demasiado pronto.
—Oh, ¿a qué hora?
—¿Qué? —Escrutó la pequeña cara que estaba tan cerca de él.
—¿Que a qué hora nació?
—Cerca de las cuatro de la madrugada.
Ella asintió con la cabeza como si eso lo explicara todo.
—Sí, demasiado temprano. Los médicos debían estar todavía dormidos. Yo nací por la tarde.
Tom sonrió, sorprendido con su lógica. Era obvio que era muy brillante.
—¿Cómo se llamaba?
—Toby —«y era tu hermano mayor».
—Ése es un nombre raro.
—Me gustaba —dijo, notando cómo se relajaba un poco por primera vez desde que había entrado en el parque con el coche.
Lexie se encogió de hombros.
—Quiero tener un niño, pero mi mamá dice que no.

Tom se decidió a acomodarla más contra su pecho y todo pareció encajar perfectamente en su lugar como un lanzamiento suave: jugada, golpe, anotación. Colocó las manos a cada lado del mango junto a las de ella y se relajó un poco más. Le rozó con la barbilla la suave sien cuando le dijo:
—Bueno, es que eres demasiado pequeña para tener un niño.
Lexie soltó una risita tonta y negó con la cabeza.
—¡Yo no! Mi mamá. Quiero que mi mamá tenga un niño.
—Y ella dijo que no, ¿eh?
—Sí, porque no tiene marido, pero podría tenerlo si lo intentara de verdad.
—¿Un marido?
—Sí, y así también podría tener un niño. Mi mamá dice que fue al huerto y me recogió como si fuera una zanahoria, pero eso no es cierto. Los bebés no salen de los huertos.
—¿De dónde vienen?
Ella le golpeó la barbilla cuando levantó la mirada hacia él.
—¿No lo sabes?
Hacía mucho tiempo que lo sabía.
—Por qué no me lo dices tú.
Ella se encogió de hombros y volvió a mirar la cometa.
—Bueno, un hombre y una mujer se casan y luego van a casa y se tumban sobre la cama. Cierran sus ojos muy, pero que muy fuerte y piensan en serio, pero muy en serio en la idea. Y luego un bebé entra en la barriga de la mamá
Tom se rió, no pudo evitarlo.
—¿Tu mamá sabe que piensas que los bebés son concebidos por telepatía?
—¿Cómo?
—No me hagas caso. —Había oído o leído en alguna parte que los padres debían hablar con sus hijos sobre sexo a una edad temprana—. Tal vez sea mejor que le digas a tu mamá que sabes que los bebés no crecen en los huertos.
Lo pensó algunos momentos antes de decir:
—No. A mi mamá le gusta contar esa historia algunas veces por la noche. Pero ya le dije que soy demasiado mayor para creer en el Ratoncito Pérez.
Él trató de sonar conmocionado.
—¿No crees en el Ratoncito Pérez?
—No.
—¿Por qué no?
Ella lo miró como si fuera estúpido.
—Porque no tene manos donde llevar las monedas.
—Ah... eso es cierto. —Otra vez se quedó impresionado por su lógica de seis años—. Entonces supongo que también eres demasiado mayor para creer en Papá Noel.
Ella se quedó boquiabierta, totalmente escandalizada.
—¡Papá Noel es de verdad!

Él había supuesto que el mismo razonamiento que había aplicado a los ratones sin manos, se lo podía haber aplicado a un reno que volara, o a un hombre gordo que bajara por la chimenea, o a los pequeños duendes alegres que se pasaban haciendo juguetes trescientos sesenta y cuatro días al año.
—Suelta más cuerda de la cometa —le dijo, luego él se relajó. Escuchó su parloteo incesante y observó pequeños detalles sobre ella. Observó cómo la brisa le revolvía el pelo suave y percibió la forma en que encogía los hombros y levantaba los dedos hasta los labios cada vez que soltaba una risita tonta. Y se reía bastante. Sus temas favoritos eran obviamente animales y bebés. Tenía una gran tendencia al melodrama y no quedaba la menor duda de que era una hipocondríaca.
—Me raspé la rodilla —le dijo después de recitar la larga lista de lesiones que había sufrido recientemente. Se subió el vestido por los flacos muslos, levantó una pierna delante de ella y se tocó con un dedo una tirita de color verde fosforito—. Y me lastimé el dedo del pie —añadió, apuntando una tirita rosa visible bajo su sandalia de plástico—. Amy se lastimó el suyo. ¿Tú tenes pupas?
—¿Pupas? Hum... —Lo pensó un momento, luego confesó—: Me corté la barbilla con la maquinilla esta mañana.
Sus ojos se cruzaron con los de ella cuando le miró la barbilla.
—Mi mamá tene una tirita. Lleva montones de tiritas en el bolso. Te puedo traer una.
Se vio a sí mismo con una tirita rosa fosforito.
—No. No, gracias —declinó, y comenzó a tomar nota de otras peculiaridades de Lexie, como que decía tene o teno en vez de «tiene» o «tengo». Centró en ella toda su atención e imaginó que eran las dos únicas personas en el parque. Pero por supuesto, no lo eran, y no tardaron en acercarse dos niños. Tenían alrededor de trece años y ambos llevaban puestos pantalones cortos negros y abolsados, grandes camisetas y gorras de béisbol con las viseras hacia atrás.
—¿No eres Tom Kaulitz?
—Sí lo soy —dijo, poniéndose en pie. Normalmente no le importaba la fama, especialmente si se le acercaban niños a los que les gustaba hablar de hockey. Pero hoy hubiera preferido que nadie lo reconociera. Aunque debía haberlo sabido. Después de la última temporada, los Chinooks eran más conocidos y populares que nunca. Junto con Ken Griffey y Bill Gates, era la cara más reconocida del estado de Washington, especialmente después de aparecer en esas vallas publicitarias que había hecho para la Asociación de Productos Lácteos.

Sus compañeros de equipo se habían metido con él todo lo que habían querido y más por su bigote blanco de leche y, aunque había fingido que no era así, le habían dado arcadas cada vez que había pasado por delante de una de esas vallas publicitarias. Pero Tom había aprendido hacía mucho tiempo a no tomar en serio toda la fama que llevaba consigo ser una celebridad del hockey.
—Te vimos jugar contra los Black Hawks —dijo el niño que tenía estampada una foto de snowboard en la camiseta—. Me encantó la forma en que placaste a Chelios en el centro del hielo. Hombre, ¡voló!
Tom también recordaba ese partido. Él había recibido tarjeta amarilla y una magulladura del tamaño de un melón. Había dolido como el demonio, pero eso formaba parte del juego. Era parte de su trabajo.
—Me alegra oír que lo disfrutaste —le dijo y observó esos jóvenes ojos. Lo incomodó la adoración que vio allí. Siempre le sucedía—. ¿Juegas al hockey?
—Sólo en la calle —contestó el otro niño.
—¿Dónde? —Él buscó a Lexie y la cogió de la mano para que no se sintiera al margen de la conversación.
—En la escuela primaria de mi barrio. Nos juntamos un montón de chicos para jugar.
Mientras los niños le ponían al tanto de sus juegos en la calle, advirtió que una joven caminaba hacia ellos. Sus pantalones vaqueros eran tan ceñidos que tenían que estar haciéndole daño y la parte inferior de su top no le llegaba al ombligo. Tom podía detectar a una groupie en busca de sexo a cincuenta pasos. Estaban siempre alrededor. Esperando en el vestíbulo del hotel, fuera de los vestuarios o junto al autobús del equipo. Las mujeres que ambicionaban acostarse con celebridades eran fáciles de distinguir entre una multitud. Se percibía en la forma en que caminaban y movían el pelo. En la mirada decidida de sus ojos.
Esperó que la mujer pasara de largo.
No lo hizo.
—David, tu mamá quiere que vayas —dijo, deteniéndose al lado de los dos niños.
—Dile que voy en un segundo.
—Dijo que fueras ahora.
—¡Mierda!
—Me alegro de haberte visto, Hombre. —Tom extendió la mano para estrechársela—. La próxima vez que vayas a un partido, espérame fuera del vestuario y te presentaré a alguno de los chicos.
—¿En serio?
—¡Claro!
Cuando los niños se iban, la mujer se quedó rezagada. Tom soltó la mano de Lexie y la miró mientras decía:
—Es hora de recoger la cuerda de la cometa y bajarla. Tu mamá se preguntará qué nos pasó.
—¿Eres Tom Kaulitz?
Él miró a la mujer.
—El mismo —contestó con un tono de voz que dejaba a las claras que no estaba interesado en tener compañía. Era bastante bonita, pero estaba muy delgada y tenía la falsa apariencia de las rubias teñidas como si hubiera tomado el sol demasiado tiempo. La determinación endureció los ojos azules de la chica y vio que se iba a tener que poner rudo con ella.
—Bueno, Tom —le dijo, y las comisuras de sus labios se curvaron hacia arriba con lentitud en una sonrisa seductora—. Soy Connie. —Lo repasó con los ojos de pies a cabeza—. Estás muy bien en vaqueros.
Creía haber oído esa frase antes, pero ya hacia tiempo y no podía recordar dónde con exactitud. Vamos, no sólo era que estuviera haciéndole perder el tiempo que quería pasar a solas con Lexie, sino que, encima, ni siquiera era original.
—Pero me gustaría verte mejor. ¿Por qué no te los quitas?
Tom lo recordó en ese momento. La primera vez que la había oído tenía veinte años y acababa de fichar por el Toronto. Lo más seguro es que hubiera sido lo suficientemente estúpido para picar.
—Creo que los dos deberíamos seguir con los pantalones puestos —le dijo y se preguntó por qué los hombres eran el único género al que acusaban de utilizar frases hechas para ligar. Las mujeres lo hacían exactamente igual de mal y eran mucho más insinuantes.
—De acuerdo. Pero me pido lo que hay aquí dentro —y paseó la punta de una uña roja a lo largo de su pretina, acariciándolo.
Tom extendió la mano para quitarse el dedo de encima, pero Lexie se encargó del problema. Ella golpeó la mano de la mujer para quitarla y se metió entre ellos.
—No se toca ahí —dijo Lexie, mirando encolerizadamente a Connie—. Te puedes meter en problemas muy grandes.
La sonrisa de la mujer vaciló mientras miraba hacia abajo.
—¿Es hija tuya?
Tom se rió entre dientes, divertido por la expresión feroz de Lexie. Le hubiera venido bien su protección con anterioridad, especialmente en City of Brotherly Love, donde las groupies podían ser bastante peligrosas para los chicos del equipo. Pero nunca lo había protegido una chica y mucho menos una de metro veinte.
—Su madre es amiga mía—dijo con una gran sonrisa.
Volvió a mirar a Tom y se echó el pelo sobre la espalda.
—¿Por qué no la mandas con su mamá y tú y yo nos damos un paseíto en mi coche? Tengo un gran asiento trasero.
Algo que se hacía con rapidez en el asiento trasero de un Buick ni siquiera despertaba su curiosidad.
—No me interesa.
—Te haré cosas que ninguna mujer te ha hecho.
Tom lo dudaba seriamente. Creía que había hecho de todo al menos una vez; la mayoría de las cosas las había hecho dos veces sólo para asegurarse. Colocó la mano en el hombro de Lexie y barajó varias maneras diferentes de decirle a Connie que se perdiera. Pero con su hija tan cerca, tenía que tener cuidado de cómo la rechazaba.
Al acercarse __________ le solucionó el problema.
—Espero no interrumpir nada —dijo con voz dulce.
Él recurrió a __________ y le rodeó la cintura con un brazo. Con la mano en su cadera escrutó su cara sorprendida y sonrió.
—Sabía que no podrías mantenerte alejada.
—¿Tom? —Ella se quedó sin aliento.
En vez de responder a la pregunta implícita en su tono, levantó la mano del hombro de Lexie y señaló a la mujer rubia.
—__________, cariño, ésta es Connie.
__________ esbozó a duras penas una de sus falsas sonrisas y dijo:
—Hola, Connie.
Connie le echó un vistazo a __________, luego se encogió de hombros.
—Pudo haber sido maravilloso —le dijo a Tom y se marchó.
Tan pronto como Connie se dio la vuelta, Tom observó cómo los voluptuosos labios de __________ se apretaban en una línea dura. Lo miraba como si quisiera darle un codazo.
—¿Estás colocado?
Tom sonrió y le susurró al oído.
—Se supone que somos amigos, ¿recuerdas? Sólo cumplo con mi parte.
—¿Y vas por ahí manoseando a todos tus amigos?
Tom se rió. Se rió de ella, de la situación en sí, pero sobre todo se rió de sí mismo.
—Sólo a las que tienen bonitos ojos verdes y unas bocas tan besables. Deberías recordarlo.
Capítulo 29
Esa noche después del picnic, __________ sentía las emociones a flor de piel. Tratar con Tom le había destrozado los nervios, y lo cierto era que Mae no había ayudado ni un poquito. En lugar de servir de apoyo, Mae había estado todo el tiempo insultando a Hugh Miner que encima parecía disfrutar con los insultos. Hugh había comido con buen apetito, se había reído con tolerancia y había provocado a Mae, que se desquitó con él hasta el punto de que __________ se había llegado a preocupar por su seguridad.
Ahora todo lo que __________ quería era tomar un buen baño caliente, una mascarilla de pepino y una esponja exfoliante. Pero todo eso tendría que esperar a que le confesara a Charles la situación. Si quería tener algún tipo de futuro con él, le tenía que contar todo lo referente a Tom. Tenía que decirle que le había mentido sobre el padre de Lexie. Y tenía que hacerlo esa noche. Aunque no le agradara la conversación, estaba deseando acabar de una vez. Sonó el timbre de la puerta e invitó a Charles a pasar.
—¿Dónde está Lexie? —preguntó él, recorriendo el salón con la mirada. Parecía cómodo y relajado con unos chinos y un polo blanco. Las hebras plateadas en sus sienes le daban un aire de dignidad a su bien parecida cara.
—Ya está en la cama.
Charles sonrió y ahuecando la cara de __________ con las manos le dio un beso largo y agradable. Un beso que le ofrecía más que tórrida pasión. Más que una función de una sola noche.
El beso acabó y Charles le escrutó los ojos.
—Sonabas preocupada por teléfono.
—Es que lo estoy, un poco —confesó. Lo tomó de la mano y se sentaron juntos en el sofá—. ¿Recuerdas que te dije que el padre de Lexie estaba muerto?
—Sí, abatieron su F-16 durante la Guerra del Golfo.
—Bueno, puede que haya embellecido un poquito la historia, eh..., en realidad, la embellecí bastante —respiró hondo y le contó todo lo que concernía a Tom. Empezó con su encuentro hacía siete años y acabó con el picnic de aquella tarde. Cuando terminó, Charles no parecía contento y __________ temió haber estropeado su relación.
—Podías haberme dicho la verdad desde el principio —dijo.
—Puede, pero esa mentira ha pasado a formar parte de mi vida, ni siquiera me planteaba si era verdad o no. Además, cuando me encontré de nuevo con Tom, pensé que se aburriría y se cansaría de jugar a ser papá, entonces no tendría que decírselo ni a Lexie ni a nadie.
—¿Y ahora no crees que se vaya a cansar de Lexie?
—No. Hoy en el parque estuvo muy atento con ella y quiso que quedáramos de nuevo para llevarla a la exhibición de Central Science Pacific la semana que viene. —Ella sacudió la cabeza—. No, no creo que se vaya a aburrir.
—¿Y cómo te afectará eso?
—¿A mí? —preguntó, mirándole a los ojos grises.
—Forma parte de tu vida. Lo verás de vez en cuando.
—Claro. También tu ex esposa forma parte de la tuya.
Él bajó la mirada.
—No es lo mismo.
—¿Por qué?
Él esbozó una media sonrisa.
—Porque encuentro a Margaret muy poco atractiva. —No estaba enfadado. Estaba celoso, tal y como había predicho Mae—. Y Tom Kaulitz es un hombre muy guapo.
—Tú también lo eres.
Charles le cogió la mano.
—Tienes que decirme si voy a tener que competir con un jugador de hockey.
—No seas ridículo. —__________ se rió ante tal disparate—. Tom y yo nos odiamos mutuamente. En una escala del uno al diez, le pongo menos treinta. Es como la peste.

Él sonrió y la acercó a su lado.
—Tienes una forma única de expresarte. Es una de las cosas que más me gustan de ti.
__________ apoyó la frente en su hombro y suspiró aliviada.
—Tenía miedo de perder tu amistad.
—¿Es eso lo que soy para ti? ¿Un amigo?
Lo miró.
—No.
—Bien. Quiero de ti algo más que amistad. —Le rozó la frente con los labios—. Podría enamorarme de ti.
__________ sonrió y deslizó la mano desde el pecho al cuello de Charles.
—Yo también podría enamorarme de ti —le dijo, luego lo besó. Charles era exactamente el tipo de hombre que necesitaba. Honesto y sensato. Aunque las frenéticas carreras y las vidas ocupadas de ambos no les permitían estar tanto tiempo juntos y a solas como desearían. __________ trabajaba los fines de semana y si tenía una noche libre se quedaba con Lexie. Charles no solía trabajar ni las tardes ni los fines de semana. Con aquellos horarios tan difíciles sólo podían quedar para almorzar. Tal vez fuera el momento de cambiar eso. Tal vez fuera hora de quedar para desayunar. Solos. En el Hilton. En la suite 231.

****


__________ cerró la puerta de su oficina, dejando fuera el zumbido de las batidoras y las voces de sus empleados. Al igual que su casa, la oficina que compartía con Mae estaba llena de flores y lazos. Y fotos. Había docenas de fotos por toda la habitación. La mayoría eran de Lexie, algunas de Mae y __________ juntas en diferentes encargos de caterings. Tres eran de Ray Heron. El difunto hermano gemelo de Mae aparecía muy arreglado en dos de las fotos, mientras que en la tercera llevaba unos vaqueros y un suéter fucsia. __________ sabía que Mae añoraba a su gemelo y que pensaba en él a diario, pero también sabía que el dolor de Mae ya no era tan profundo como había sido. Lexie y ella habían llenado el lugar que había quedado vacío tras la muerte de Ray, y Mae se había convertido en una hermana para ella y una tía para Lexie. Las tres formaban una familia.
Se acercó a la ventana y levantó la persiana dejando entrar la luz del sol de la tarde. Colocó un contrato de tres páginas sobre el escritorio y se sentó. No esperaba a Mae hasta más tarde y __________ aún tenía una hora libre antes de la comida con Charles. Se concentró en la lectura de las detalladas listas releyéndolas varias veces para asegurarse de que no se perdía nada importante. Cuando llegó al meollo del asunto, agrandó los ojos con sorpresa y se cortó un dedo con el borde del papel. Si la señora Fuller quería que su fiesta de cumpleaños de septiembre tuviera un aire medieval, no cabía duda de que iba a tener que pagar mucho dinero. Se chupó el dedo distraídamente y releyó el presupuesto de esa comida tan rara. Tendrían que contratar a la Sociedad Medieval y transformar el patio trasero de la señora Fuller en una feria medieval. Supondría un montón de dinero y trabajo.
__________ bajó la mano y suspiró profundamente mientras ojeaba el menú especial. Normalmente le encantaban ese tipo de retos. Se divertía ideando acontecimientos extraordinarios y planificando menús inusuales. Amaba la sensación de triunfo que obtenía al final cuando todo estaba recogido y guardado en las furgonetas. Pero en ese momento no se sentía así. Estaba cansada y no estaba demasiado dispuesta a servir un catering para más de cien personas. Esperaba estar a punto en septiembre. Tal vez entonces su vida estaría más tranquila, ya que durante las últimas dos semanas, desde el día que Tom había vuelto a su vida, se había sentido como en una montaña rusa. Desde el picnic en el parque, él las había llevado al Acuario de Seattle y también al restaurante favorito de Lexie, el Iron Horse. En las dos ocasiones la tensión había sido palpable, pero al menos en las oscuras estancias del acuario, __________ no había tenido que pensar en nada más agobiante que tiburones y focas. En el Iron Horse había sido diferente. Mientras esperaban que les llevaran las hamburguesas —que llegaron a la mesa transportadas por un trenecito—, los intentos de una conversación educada habían sido nefastos. Se pasó todo el tiempo conteniendo el aliento y esperando todo tipo de pullas. La única vez que sintió que podía respirar fue cuando unos admiradores se acercaron a la mesa para pedir el autógrafo de Tom.

Si las cosas estaban tensas entre __________ y Tom, Lexie no parecía notarlo en absoluto. Lexie había conectado de inmediato con su padre, lo que no extrañó a __________. La niña era amistosa, extrovertida y le gustaba estar con la gente. Sonreía, se reía con facilidad y daba por supuesto que todo el mundo pensaba que ella era lo más maravilloso que había sucedido en el mundo desde la invención del velero. Y era más que evidente que Tom estaba de acuerdo con ella. La escuchaba con atención, incluso cuando repetía las mismas historias sobre perros y gatos una y otra vez, y reía el chiste del elefante que ni era bueno ni, por supuesto, gracioso.
__________ dejó a un lado el contrato y cogió la cuenta del electricista que había estado arreglando durante dos días la ventilación de la cocina. Estaba decidida a que esa situación con Tom no la alterara. Lexie se comportaba de igual manera con Tom que con Charles. Pero había un riesgo con Tom que no existía con ningún otro hombre. Tom era el padre de Lexie y __________ temía lo que implicaba esa relación. Era una relación que no podía compartir. Una relación que nunca había conocido, que nunca entendería y que sólo podía observar desde lejos. Tom era el único hombre que podía amenazar el lazo de unión entre __________ y su hija.
Sonó un golpe en la puerta al mismo tiempo que se abría. __________ levantó la vista para ver cómo su cocinera jefe asomaba la cabeza por el quicio de la puerta. Sarah había sido una buena estudiante universitaria y era una estupenda chef de repostería.
—Ha llegado un hombre que quiere verte.

__________ reconoció la chispa de excitación en los ojos de Sarah. En las últimas dos semanas la había visto en multitud de mujeres. Seguida frecuentemente de risitas tontas, actuaciones ridículas y peticiones de autógrafos. La puerta se abrió de par en par y pudo ver detrás de Sarah al hombre que reducía a las mujeres a ese bochornoso comportamiento. Un hombre que para su sorpresa llevaba puesto un esmoquin.
—Hola, Tom —lo saludó mientras se ponía de pie. Él entró en la oficina llenando la pequeña habitación femenina con su tamaño y presencia viril. La corbata de seda negra colgaba suelta sobre la pechera de la plisada camisa blanca. El botón superior estaba desabrochado—. ¿Qué puedo hacer por ti?
—Andaba por el barrio y me dejé caer por aquí —contestó, encogiendo los hombros.
—¿Necesitáis algo? —preguntó Sarah.
__________ se acercó a la puerta.
—Por favor toma asiento, Tom—le dijo por encima del hombro. Miró afuera, a la cocina, donde sus empleados no se molestaban en ocultar su interés—. No, gracias Sarah —le dijo y les cerró la puerta en las narices. Se dio la vuelta y evaluó la apariencia de Tom con una mirada. Llevaba la chaqueta colgando de un hombro. En contraste con la camisa inmaculadamente blanca, unos tirantes negros surcaban el ancho pecho formando una «Y» por la parte de atrás. Estaba tan bueno como para mojar pan.
—¿Quién es? —preguntó Tom, sujetando una foto en un marco de porcelana. En ella, Ray Heron estaba de perfil y llevaba una peluca de paje y un kimono rojo. Aunque __________ no había conocido a Ray, admiraba mucho la habilidad que mostraba con el lápiz de ojos y el gran sentido del color que poseía para lo dramático. No existían demasiadas mujeres —ni hombres— que defendieran con elegancia esa sombra de color rojo en particular.
—Es el hermano gemelo de Mae —contestó mientras se sentaba detrás del escritorio otra vez. Esperaba que dijera algo peyorativo y cruel. Pero no lo hizo. Se limitó a arquear una ceja y volvió a poner la foto donde estaba.




DE VUUELTA!! YA SABEN 3 O MAS Y AGEGO SINO NO ... ADIOS :))

6 comentarios:

  1. Me encanta Maxiee!!
    Es únicaaa.. Siguelaa .

    Es buenisimo tenerte de vueltaa :)

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  2. Que lindo tom con su hija *.* Ajajajajaj
    Siguela pronto :)

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  3. Que tierno Tom con su hija, espero que siga así :) me encanto virgiii oye y que pasara entre (Tn) y Tom??? me muero x saber espero los próximos caps!!!

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  4. Que tierno Tom con su hija, espero que siga así :) me encanto virgiii oye y que pasara entre (Tn) y Tom??? me muero x saber espero los próximos caps!!!

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