domingo, 22 de febrero de 2015

.- simplemente irresistible .- 26 y 27

Capítulo 26
—¡Eh, miradme!
Mae levantó la mirada de las servilletas dobladas que tenía en la mano mientras Lexie pasaba corriendo y arrastrando una cometa rosa de Barbie tras ella. Su sombrero vaquero con un girasol enorme en la parte delantera le voló de la cabeza y aterrizó en la hierba.
—Lo haces muy bien —gritó Mae. Dejó las servilletas sobre la mesa de picnic y volvió a mirarla con ojo crítico. El mantel a rayas azules y blancas se agitaba por la suave brisa y el Pet Chia de Lexie descansaba en el centro de la mesa. El cerdito cubierto de hierba llevaba puestas unas pequeñas gafas de sol recortadas de una revista y una brillante bufanda rosa atada alrededor de su cuello—. ¿Qué tratas de probar? —le preguntó a __________.
—No trato de probar nada —contestó __________, colocando una bandeja con rollitos de salmón, paté ahumado y tostadas en un extremo de la mesa. Por alguna razón había un pequeño gato de porcelana en medio de la bandeja lamiéndose las patas. En la cabeza del gato había un sombrero puntiagudo de fieltro amarillo. 

Mae, que conocía al dedillo a __________, sabía que ese picnic se basaba en algo. No sabía aún en qué, pero acabaría averiguándolo.
Pasó la mirada del gato a la variedad de comida que había sobre la mesa entre la que vio algunas cosas que se habían servido en caterings la semana anterior. Reconoció los blintzes de queso y la barra de pan challah de la ceremonia del bar mitzva de Mitchell Wiseman. Los pasteles de cangrejo y los canapés ajedrezados provenían de la fiesta anual al aire libre de la señora Brody. Y el pollo asado con costillitas y salsa lo había servido en la barbacoa de la noche anterior.
—En fin, parece que quieres demostrarle a alguien que sabes cocinar.
—Cogí lo que había en el congelador del trabajo, eso es todo —contestó __________.
Pero no, no era cierto. La torre de fruta esmeradamente decorada no la había traído del trabajo. Las manzanas, las peras y los plátanos eran perfectos. Los melocotones y las cerezas habían sido dispuestos con suma meticulosidad y un pájaro de plumas azules con una capa de cachemira miraba hacia abajo desde la percha que descansaba sobre un montículo de brillantes uvas verdes y púrpuras.
—__________, no tienes que demostrar que eres una triunfadora ni una buena madre. Yo sé que lo eres y tú también lo sabes. Y como tú y yo somos los únicos adultos de los alrededores que cuentan, ¿por qué te molestas en impresionar a un jugador de hockey cabezota?
__________ miró el pato de cristal que había colocado al lado de los canapés.
—Le dije a Tom que trajera a un amigo, así que no creo que venga solo. Y no estoy tratando de impresionarle. En serio, no me importa lo que piense.

Mae no discutió. Cogió un montón de vasos de plástico transparente y los colocó en la mesa junto al té helado. Fuera o no su intención, __________ estaba intentando impresionar al hombre que se había deshecho de ella en el Sea-Tac siete años antes. Mae entendía la necesidad que sentía __________ de demostrar que había tenido éxito en la vida. Aunque pensaba que los brownies que __________ había moldeado con forma de perros era ir demasiado lejos.
Y el aspecto de __________ también era demasiado perfecto para un día en el parque. Mae se preguntaba si estaría tratando de convencer a Tom Kaulitz de que era tan perfecta como June Cleaver. Tenía el pelo oscuro recogido a ambos lados de la cabeza con unas horquillas doradas. Unos aros dorados le brillaban en las orejas y el maquillaje era perfecto. El vestido verde esmeralda era del mismo color que sus ojos y el esmalte de las uñas de las manos era exacto al de las uñas de los pies. Se había quitado las sandalias y el sol arrancaba brillos al fino anillo de oro que llevaba en el tercer dedo del pie.
Estaba demasiado perfecta para ser una mujer a la que no le importaba impresionar al padre de su hija.
Al principio, cuando contrató a __________, Mae se había sentido inferior a ella, como un perro cruzado al lado de uno con pedigrí. Pero esa sensación no había durado demasiado. __________ no podía evitar ser una reina del glamour igual que Mae no podía evitar sentirse cómoda con sus camisetas y vaqueros. O con un pantalón corto y un top, como ese mismo día.
—¿Qué hora es? —preguntó __________ mientras se servía un vaso de té.
Mae miró el gran reloj de Mickey Mouse que llevaba en la muñeca.
—Las doce menos veinte.
—Quedan veinte minutos. Quizá tengamos suerte y no venga.
—¿Qué le has dicho a Lexie? —preguntó Mae, dejando caer unos cubitos de hielo en un vaso.
—Sólo le dije que a lo mejor venía Tom al picnic —__________ se llevó una mano a la frente y observó la carrera de Lexie con la cometa.
Mae cogió la jarra de té y se sirvió.
—¿Que a lo mejor venía al picnic?
__________ encogió los hombros.
—No quería darle demasiadas esperanzas. Y además, no estoy convencida de que Tom quiera formar parte de la vida de Lexie para siempre. No puedo quitarme de la cabeza la idea de que tarde o temprano se cansará de jugar a ser papá. Espero que ocurra lo antes posible, porque si la abandona después de que lo sepa todo se le romperá el corazón. Ya sabes lo protectora que soy y no dudes que una cosa así sacaría a la luz mi mal genio. Y naturalmente me sentiría obligada a tomar represalias.
Mae consideraba a __________ una de las mujeres más bondadosas que conocía a no ser que perdiera los estribos.
—¿Qué harías?
—Bueno, lo de poner termitas en su casa flotante es una idea que se me ha pasado por la cabeza.
Mae sacudió la cabeza. Era ferozmente leal tanto a la madre como a la hija y las consideraba de su propia familia.
—Demasiado suave.
—¿Atropellarle con el coche?
—Te vas acercando.
—¿Dispararle?
Mae sonrió, pero cambiaron de tema cuando Lexie se dirigió hacia ellas arrastrando la cometa. La niña cayó desgarbadamente a los pies de su madre, el dobladillo del vestido vaquero se le había subido hasta la braguita de Pocahontas. Y tenía hierba pegada a las sandalias blancas.
—Ya no puedo correr más —dijo sin aliento. Para variar, su cara estaba limpia de cosméticos.
—Lo has hecho muy bien, cariño —la elogió __________—. ¿Quieres un zumo?
—No. ¿Por qué no vienes conmigo para ayudarme a volar la cometa?
—Ya hemos hablado de eso. Sabes que no puedo correr.
—Lo sé —suspiró Lexie, y se incorporó—. Se te mueven los pechos y eso te duele. —Se caló bruscamente el sombrero en la cabeza y miró a Mae—. ¿Por qué no me ayudas tú?
—Lo haría, pero no llevo sujetador.
—¿Por qué? —quiso saber Lexie—. Mi mamá lo lleva.
—Bueno, tu mamá lo necesita, pero la tía Mae no. —Estudió a la niña un breve momento, luego preguntó—: ¿Dónde está todo el mejunje que llevas normalmente en la cara?
Lexie puso los ojos en blanco.
—No es mejunje. Es maquillaje, y mamá me ha prometido un gatito de peluche si no lo llevaba hoy.
—Yo te dije hace tiempo que incluso te compraría un gatito de verdad si no lo llevabas nunca más. Eres demasiado pequeña para ser esclava de Max Factor.
—Mamá dice que no puedo tené ni gatito, ni perro, ni nada.
—Es cierto —dijo __________ y miró a Mae—. Lexie no es lo suficientemente mayor para hacerse responsable de una mascota y no quiero tener que hacerlo yo. Dejemos el tema antes de que Lexie empiece de nuevo con él. —__________ hizo una pausa, luego dijo en un susurro—: Creo que puede llegar a obsesionarse como con... bueno, ya sabes.
Sí, Mae lo sabía y creía que __________ actuaba bien al no decirlo en voz alta, recordándoselo a Lexie. Durante los últimos seis meses, Lexie le había estado dando la lata a __________ para que le diera un hermanito o hermanita. Y había vuelto loco a todo el mundo, y Mae no quería que le calentara más las orejas con el tema de los bebés. La niña ya estaba bastante obsesionada con poseer una mascota y era una hipocondríaca certificada desde que nació, lo cual era cien por cien culpa de __________ que desde siempre había puesto el grito en el cielo con cada uno de sus arañazos.

Mae cogió el té y lo tenía a medio camino de los labios cuando lo volvió a bajar. Dos hombres muy grandes y atléticos caminaban hacia ellas. Reconoció al que llevaba una camisa sin cuello blanca dentro de los vaqueros descoloridos como a Tom Kaulitz. No reconoció al otro hombre, que era ligeramente más bajo y menos corpulento.
Los hombres grandes y fuertes siempre habían intimidado a Mae y no sólo por su metro cincuenta y cinco y su poco peso. El estómago le dio un vuelco y pensó que si ella estaba nerviosa, __________ estaría próxima al infarto. Miró a su amiga y vio que los miraba alterada.
—Lexie, levántate y límpiate la hierba del vestido —dijo __________ con lentitud. Le temblaba la mano cuando ayudó a su hija a ponerse de pie.
Mae había visto a __________ perturbada, pero nunca tanto como hasta ahora.
—¿Estás bien? —susurró.
__________ asintió con la cabeza y Mae observó cómo componía una sonrisa y se metía de lleno en el papel de anfitriona.
—Hola, Tom—dijo __________ cuando los dos hombres se acercaron—. Espero que no tuvieses problemas para encontrarnos.
—No —contestó él, deteniéndose justo delante de ellas—. Ninguno. —Tenía los ojos ocultos por unas caras gafas de sol y los labios apretados en una línea. Durante unos embarazosos segundos, sólo se quedaron mirándose el uno al otro. Luego __________ centró la atención en el otro hombre, al que Mae le echaba un metro ochenta y cinco—. Debes de ser el amigo de Tom.
—Hugh «Cavernícola» Miner —sonrió y le tendió la mano.

Mientras __________ le estrechaba la mano, Mae estudió a Hugh. Con un vistazo superficial decidió que su sonrisa era demasiado agradable para un hombre con esos ojos de un intenso color avellana. Era demasiado grande, demasiado guapo y su cuello era demasiado grueso. No le gustó.
—Me alegro de que pudieras reunirte hoy con nosotros —dijo __________ al soltar la mano de Hugh, luego presentó los dos hombres a Mae.
Tom y Hugh la saludaron al mismo tiempo. Mae, que no era tan buena ocultando sus sentimientos como __________, intentó sonreír. Pero no consiguió más que un ligero tirón del labio.
—Éste es el señor Miner y ya recuerdas al señor Kaulitz, ¿no es cierto, Lexie? —inquirió __________, continuando con las presentaciones.
—Sí. Hola.
—Hola, Lexie. ¿Cómo estás? —preguntó Tom.
—Pues —empezó Lexie con un suspiro melodramático—, ayer me lastimé el dedo del pie en el porche delantero de casa y me golpeé el codo muy fuerte con la mesa, pero ahora estoy mejor.

Tom se metió las manos en los bolsillos delanteros de los vaqueros. Miró a Lexie y se preguntó qué le decían los padres a las niñas que se lastimaban los dedos y se golpeaban los codos.
—Me alegra oír que estás mejor —fue todo lo que se le ocurrió decir. No podía pensar en nada más y se la quedó mirando. Se dio el gusto de observarla como había querido hacer desde que supo que era su hija. Le examinó la cara, sin lápiz de labios ni sombra de ojos era como si en realidad la viera por primera vez. Vio las diminutas pecas color café que le salpicaban la pequeña nariz recta. Tenía la piel tan suave como la crema y los mofletes rosados como si hubiera estado corriendo. Los labios eran carnosos como los de __________, pero sus ojos eran como los de él, con las mismas pestañas negras que había heredado de su madre.
—Teno una cometa —dijo ella.
Los rizos oscuros le caían desde el sombrero vaquero con un gran girasol.
—¿Sí? Qué bien —dijo, preguntándose de qué demonios podía hablar con ella. Estaba con niños a menudo. Bastantes jugadores del equipo llevaban a sus hijos a los entrenamientos y nunca había tenido problemas para hablar con ellos. Pero por alguna razón ahora no podía pensar en nada de qué hablar con su hija.
—Bien, hace un día precioso para un picnic —dijo __________ y Lexie se volvió hacia ella—. Hemos traído un pequeño almuerzo. Espero que los chicos tengan hambre.
—Yo estoy hambriento —confesó Hugh.
—¿Y tú, Tom?

Cuando Lexie caminó hacia su madre, Tom notó las manchas de la hierba en la parte trasera del vestido vaquero.
—¿Yo qué? —preguntó, levantando la vista.
__________ se colocó al otro lado de la mesa y lo miró.
—¿Tienes hambre?
—No.
—¿Quieres un vaso de té helado?
—No. No quiero té.
—Bien —dijo __________ con una sonrisa vacilante—. Lexie, ¿le das un plato a Mae y otro a Hugh mientras sirvo el té?
Era obvio que su respuesta había irritado a __________, pero no le importaba en absoluto. Sentía los mismos temblores que antes de los partidos. Lexie lo asustaba como un demonio, y no sabía por qué.
En su vida se había enfrentado a cientos de defensas de la NHL. Se había roto la muñeca y el tobillo, la clavícula dos veces, le habían dado cinco puntos en la ceja izquierda, seis en la cabeza y catorce en el interior de la boca. Y ésas eran sólo las lesiones que podía recordar en ese momento. Después de recuperarse de cada una de ellas había agarrado el stick y había patinado de vuelta al hielo, sin miedo.
—Señor «Muro», ¿le gustaría tomar un zumo? —preguntó Lexie mientras se subía al banco.


Capítulo 27
Él miró la parte de atrás de las rodillas y las flacas piernas mientras sentía cómo si alguien le hubiera dado un codazo en la barriga.
—¿De qué es el zumo?
—Frambuesa o fresa.
—Frambuesa —contestó. Y Lexie se bajó de un salto y corrió alrededor de la mesa hacia la nevera.?
—Oye, «Muro», deberías probar estos rollitos de salmón —aconsejó Hugh, llenándose la boca mientras se colocaba frente a Tom y al lado de __________.
—Me alegro de que te gusten. —__________ se giró hacia Hugh y sonrió, pero no con la sonrisa falsa que le había dirigido a Tom—. No estaba segura de haber cortado las rodajas de salmón lo suficientemente finas. Ah, y espera a probar las costillitas. La salsa está para morirse. —Miró a su amiga que permanecía al otro lado de la mesa—. ¿No crees, Mae?
La pequeña rubia se encogió de hombros con acritud.
—Claro.
Los ojos de __________ se agrandaron mientras clavaba la mirada en su amiga. Luego se volvió a Hugh.
—¿Por qué no pruebas el paté mientras trincho un poco de pollo? —No esperó la respuesta y cogió un cuchillo grande—. Mientras tanto, ¿por qué no observas la mesa? Si te fijas, verás una variada colección de animalitos vestidos para el picnic.

Tom cruzó los brazos sobre el pecho y clavó los ojos en un Chia Pig que llevaba gafas de sol y bufanda. Un extraño cosquilleo le bajó por la nuca.
—Lexie y yo pensamos que hoy sería la ocasión perfecta para que exhibiera la colección de verano de alta costura para animalitos.
—Ah, ya lo pillo —dijo Mae, cogiendo un pastel del cangrejo.
—¿Alta costura para animalitos? —Hugh sonaba tan incrédulo como se sentía Tom.
—Sí. A Lexie le gusta hacer ropa para todos los animales de cristal y porcelana que tenemos en casa. Sé que puede sonar raro —__________ continuó hablando al tiempo que cortaba las lonchas—, pero lo hace con interés. La bisabuela Chandler, por parte materna, diseñaba ropa para pollos. Siendo del norte, quizá no sepáis nada de eso, pero un pollo es una gallina joven. No suelen llegar a adultos... —Hizo una pausa y levantó el cuchillo a quince centímetros de su garganta e hizo el gesto de cortar—. Bueno, ya me entendéis. —Encogió los hombros y bajó el cuchillo otra vez—. Y se la hacía a las gallinas porque no hace falta decir que vestir a los gallos era desperdiciar tiempo y talento siendo como son tan temperamentales. De cualquier modo, la bisabuela solía hacer algunas capas con capuchas a juego para los pollos de la familia. Lexie ha heredado el ojo de la bisabuela para la moda y continúa una tradición familiar avalada por el tiempo.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó Hugh mientras __________ echaba las lonchas de pollo encima del plato.
Ella levantó la mano derecha.
—Te lo juro.
Algo se disparó dentro de la cabeza de Tom y sintió que lo envolvía una sensación de déjá vu.
—Oh, Dios mío.
__________ lo miró por encima de la mesa y él la vio tal como era hacía siete años, una bella joven que había divagado sobre gelatina O'Jell y bautistas que se lavaban los pies. Miró los rompedores ojos verdes y esa boca excitante. Recordó aquel cuerpo de infarto con la bata de seda negra. Lo había vuelto loco con aquellas miradas insinuantes y una voz tan dulce como la miel. Y, aunque odiaba admitirlo, no era inmune a ella.
—Señor «Muro».
Tom sintió un tirón en la cinturilla de los pantalones y miró hacia abajo, a Lexie.
—Aquí tiene su zumo, señor «Muro».
—Gracias —le dijo y tomó la pequeña caja de cartón azul de su mano.
—Ya le puse la pajita.
—Sí, ya veo. —Se llevó el zumo a la boca y sorbió el jugo por la pajita.
—Está bueno, ¿verdad?
—Mmm —dijo, intentando no hacer una mueca.
—Yo también bebo así.
Ella cogió rápidamente una servilleta de papel para él y Tom se la cogió con la mano libre. Estaba doblada con una forma que no reconoció.
—Es un conejo.
—Sí. Ya lo veo —mintió.
—Teno una cometa.
—¿Sí?
—Sí, pero no puedo volarla. Mi mamá lleva sujetador pero no puede correr. —Meneó la cabeza con tristeza—. Y Mae no puede correr porque no lleva puesto el sujetador.

El silencio cayó sobre la mesa de picnic como una cortina pesada. Tom levantó la mirada a las dos mujeres del otro lado de la mesa. Ambas estaban paralizadas. Mae sostenía una aceituna negra a medio camino de la boca, mientras, __________ sujetaba el cuchillo en el aire con el trozo de pollo a medio cortar. Tenía los ojos enormes y un brillante rubor le teñía las mejillas.
Tom tosió en su servilleta-conejo intentando disimular la risa, pero nadie dijo una sola palabra.
Menos Hugh. Él se inclinó hacia adelante, miró a __________ y luego a su pequeña amiga.
—¿Es eso cierto, corazón? —le preguntó con una gran sonrisa.
Ambas mujeres bajaron las manos al mismo tiempo. __________ siguió cortando con rigidez mientras Mae miraba a Hugh con el ceño fruncido.

Hugh o no vio el ceño de Mae o no quiso verlo. Tom, que conocía a su amigo bastante bien, apostaría por lo último.
—Siempre había tenido mis reservas sobre la liberación de la mujer —continuó—. Pero mira, he estado pensando en adherirme al movimiento NOW.
—Los hombres no pueden pertenecer a NOW —le informó Mae secamente.
—Ahí es donde te equivocas. Creo que Phil Donahue es miembro.
—Eso no es cierto —contravino Mae.
—Pues mira, si no lo es, debería serlo. Es más feminista que cualquier mujer que conozco.
—Dudo que reconocieras a una feminista aunque te mordiera el culo.
«Cavernícola» sonrió.
—Nunca me ha mordido el culo ninguna mujer, feminista o no. Pero me ofrezco voluntario si lo haces tú.
Cruzando los brazos, Mae dijo:
—Por tu falta de modales, el tamaño de tu cuello y el chichón de tu frente, es de suponer que juegas al hockey.
Hugh miró a Tom y se rió. Que le echaran mierda y que le resbalara era una de las cosas que más le gustaban a Tom de Hugh.
—«El chichón de mi frente». —Hugh se rió entre dientes volviendo a mirar a Mae—. Eso ha estado bien.
—¿Juegas al hockey?
—Sí. Soy el portero de los Chinooks. Y tú que haces, ¿entrenas pitbulls?
—¿Pepinillos? —__________ cogió el plato con el condimento y se lo tendió a Hugh—. ¡Los hice yo!
De nuevo Tom sintió un tirón en el cinturón.
—¿Sabe volar una cometa, señor «Muro»?
Él miró hacia abajo, a la cara levantada de Lexie. Tenía los ojos entornados por la luz del sol.
—Podría intentarlo.
Lexie sonrió y le apareció un hoyuelo en la mejilla derecha.
—Mami —gritó, girándose y corriendo a toda prisa al otro lado de la mesa—. ¡El señor «Muro» volará la cometa conmigo!
La mirada de __________ se volvió hacia él.
—No tienes por qué hacerlo, Tom.
—Quiero hacerlo —y colocó el zumo sobre la mesa.
Dejando sobre la mesa el plato de los pepinillos, __________ dijo:
—Iré con Ustedes.
—No. —Necesitaba y quería pasar un tiempo a solas con su hija—. Lexie y yo podremos arreglarnos solos.
—Pero no creo que sea una buena idea.
—Pues créetelo.
Con rapidez miró por encima del hombro a Lexie que estaba arrodillada desenredando la cuerda de la cometa. Agarró a Tom del brazo y lo alejó varios metros.
—Bueno, pero no demasiado lejos —dijo, deteniéndose delante de él. Se puso de puntillas y miró por encima del hombro de Tom hacia los demás.

Le susurró algo acerca de Lexie, pero en realidad no la estaba escuchando. Estaba tan cerca que podía oler su perfume. Bajó la mirada a los delgados dedos posados sobre su bíceps. Lo único que separaba esos pechos plenos de su tórax era un escaso centímetro.
—¿Qué quieres? —le preguntó, levantando la mirada del brazo al pequeño hueco de su garganta. Ella era todavía una coqueta.
—Lo que te he dicho. —Bajó la mano y se dejó caer sobre los talones.
—Por qué no me lo repites, pero manteniendo tus senos fuera de la conversación.
Una arruga apareció entre sus cejas.
—¿Mis qué? ¿De qué estás hablando?
Parecía realmente perpleja, Tom casi se tragó aquella expresión inocente. Casi.
—Si quieres hablar, no me distraigas con tu cuerpo. A menos que, claro esté, quieras que acepte la invitación.
Ella negó con la cabeza, disgustada.
—Estás enfermo, Tom Kaulitz. Si puedes apartar los ojos del escote de mi vestido y la mente de la bragueta, tenemos algo más importante que discutir que esas absurdas fantasías tuyas.
Tom se balanceó sobre los talones y la miró a la cara. Él no estaba enfermo. Al menos eso creía. No estaba tan enfermo como algunos Hombres que conocía.
__________ ladeó la cabeza.
—Quiero que recuerdes lo que me prometiste.
—¿Qué promesa?
—No decir a Lexie que eres su padre. Se lo tengo que decir yo.
—Vale —dijo él, quitándose las gafas de sol bruscamente para meter media patilla en el bolsillo delantero de los vaqueros y dejar que le colgaran sobre la cadera—. Quiero recordarte que Lexie y yo vamos a conocernos. A solas. La llevo a volar la cometa y no lo haremos en diez minutos.
Ella se lo pensó un momento, luego dijo:
—Lexie es demasiado tímida. Me necesitará.
Tom dudaba que Lexie tuviera ni una pizca de timidez en todo su pequeño cuerpo.
—No digas estupideces, __________.
__________ entrecerró los ojos verdes.
—Pero no vayas donde no te pueda ver.
—Qué crees que voy a hacer, ¿secuestrarla?
—No —dijo ella, pero Tom sabía que ella no confiaba en él más de lo que él confiaba en ella y podía comprender lo que sentía.
—No iremos demasiado lejos. —Él se volvió hacia los demás. Le había contado a Hugh todo sobre __________ y Lexie, y sabía que podía contar con la discreción de su amigo—. ¿Estás lista, Lexie? —preguntó.
—Sí. —Estaba parada con la cometa en la mano. Luego los dos se dirigieron hacia un extenso espacio cubierto de hierba donde estaba la gente que lanzaban los Frisbees. Después de que Lexie enredara los pies en la cola de la cometa por segunda vez, Tom se la cogió. La coronilla de la niña apenas le llegaba a la cintura y se sintió enorme al andar a su lado. Por segunda vez ese día no supo qué decir y apenas abrió la boca. Pero en ese momento tampoco necesitaba hablar.
—El año pasado, cuando era pequeña y estaba en la guardería... —Su hija empezó a hablar, y procedió a nombrarle cada niño de su clase, a contarle si poseían o no una mascota y a describir de qué raza eran.
»Y tene tres perros. —Sostuvo en alto tres dedos—. Y eso no es justo.
Tom miró por encima del hombro, calculó que habían caminado unos cien metros y se detuvo.
—Creo que éste es un buen sitio.
—¿Tene perro?
—No. No tengo perro. —Él le cogió el carrete de la cometa y empezó a soltar cuerda.
Ella meneó la cabeza con tristeza.
—Yo tampoco teno, pero quiero un dálmata —dijo, sujetando cada lado del mango—. Uno grande con montones de lunares.
—Mantén la cuerda tirante. —Sujetó la cometa rosa por encima de la cabeza y sintió el tirón suave de la brisa.
—¿No teno que correr?
—No, hoy no. —Él movió la cometa a la izquierda y el viento la arrastró con más fuerza—. Ahora camina hacia atrás, pero no sueltes la cuerda hasta que te diga. —Ella asintió con la cabeza y parecía tan seria que casi se rió.
Después de diez intentos, la cometa se levantó unos seis metros en el aire.
—Ayúdeme. —Ella estaba asustada y levantaba la cara hacia el cielo—. Se va a caer otra vez.
—Esta vez no —le aseguró mientras iba hacia ella—. Y si lo hace, la volveremos a izar.
Ella sacudió la cabeza y se le cayó el sombrero vaquero al suelo.
—Se volverá a caer. Lo sé. ¡Cójala! —Le pasó con brusquedad el carrete.
Tom se arrodilló sobre una pierna a su lado.
—Puedes hacerlo —le dijo, y cuando ella se recostó contra su pecho, él sintió que el corazón se le detenía unos momentos—. Tienes que ir soltando la cuerda lentamente. —Tom se quedó mirando su cara mientras ella miraba cómo la cometa se elevaba más alto. Su expresión pasó rápidamente del temor al deleite.
—Lo hice —susurró ella y lo miró por encima del hombro.
Su aliento suave le rozó la mejilla y se le metió rápidamente en lo más profundo del alma. Un momento antes se le había detenido el corazón. Ahora se le hinchó. Sintió como si un globo se le estuviera inflando bajo el esternón haciéndose cada vez más grande, y tuvo que apartar la mirada. Miró a otras personas volando cometas a su alrededor. Miró a los padres, a las madres y a los niños. Familias. De nuevo era padre. «Pero ¿por cuánto tiempo esta vez?», era la cínica pregunta que le hacía el subconsciente.

BONITO CAPITULO NO?? PADRE E HIJA JUNTOS *-* ... BUENO YA SABEN 3 O MAS Y AGREGO MAÑANA SINO NO ... ADIOS Y QUE ESTEN BIEN :))

8 comentarios:

  1. Virgiii agregaa todos los dias porfaa!! Nosptras estamos cumpliendo con los tres comentarios :P
    Me encantaa la fic ..

    ResponderBorrar
  2. Estoy deacuerdooo. U.u please sube todos los dias , esta buenisimo el cap, lexie es tan tierna jajaj me la imagino c: . Bye cuidatee y no te olvides de subir

    ResponderBorrar
  3. Que bella la ultima parte *.* de tom y la niña
    Sube pronto :)
    También estoy deacuerdo :) sube todo los días please *-*

    ResponderBorrar
  4. :o A Tom casi se le sale el corazón cuando vio a Lexie tan feliz jejeje que lindos de verdad, y ahora que pasara?? virgiii please sube todos los días me encanta esta historia es super buena, espero los próximos caps!!!

    ResponderBorrar
  5. Ya puessss , sube un cap u.u morire si no subee prontoooo

    ResponderBorrar